• ¡Qué impresión lo que pasó en la entrega de los Estrellas de Mar, ¿no?!
  • Ni idea. Sólo miro los Oscar, los Tony y los Emmy.
  • ¡Ay! ¡Ella! ¡La finoli! Si ni cable tenés.
  • ¿Y qué pasó? ¿Se murió alguien de la emoción?
  • Del susto casi crepa un par. Hasta la Reina del Mar se descompensó, pobrecita.
  • ¿Entraron chorros?
  • ¡No! Un marplatense simuló un suicidio.
  • ¿Deprimido por no ganar?
  • ¡Al contrario! Ganar, ganó, como mejor director. Pero, no contento con eso, protagonizó una bizarra “performance” denunciando un intento de censura contra el centro cultural que dirige su mamá.
  • ¿No tendrá un complejo de Edipo no resuelto ese muchacho? Carne de diván.
  • El chabón se cortó las venas de mentiritas, pero la escena fue demasiado creíble.
  • Mirá, esas entregas son tan aburridas y previsibles, que tal vez les hizo un favor con ese condimento. ¿Cómo se llama el performático?
  • Marcos Moyano, creo.
  • ¿Moyano? ¿Pariente de los Moyano sindicalistas?
  • ¡Vaya una a saber! Encima lo hizo delante de sus hijos chiquitos.
  • ¡No te lo puedo creer! ¡Los va a traumatizar de por vida!
  • Dijo que los gurrumines ya sabían lo que iba a hacer, y que lo había ensayado con ellos.
  • Si su intención fue llamar la atención, lo logró. Ya lo debe haber llamado Tinelli para el Bailando 2020. Cinco minutos de fama.
  • ¡Qué jodidas y malpensadas que son, chicas! El pibe lucha por una causa justa. Defendiendo su lugar de trabajo que, según él, estaba en una lista negra.
  • Igual no me pareció que la gente se levantara en masa para impedir su inmolación. Más bien, se quedaron sentados mirando como espectadores. Se le vieron los hilos. Un mamarracho.
  • Más patética es la pelea entre el Negro Lavié y el platinado Flavio en Carlos Paz. Dos señores grandes, che. ¡Que no se diga!
  • Se caen del ego y se estrolan. Se olvidan que la fama es puro cuento, que el éxito y el fracaso son dos impostores, y que la vida es una herida absurda, como canta el polaco Goyeneche.
  • Cantaba, querrás decir.
  • Las malas lenguas dicen que esos premios, y tantos otros, se compran. Se rumorea que circulan sobres suculentos para “convencer” a los jurados.
  • Eso dirán los perdedores. ¿Cómo se puede probar?
  • Me pregunto si a las compañías teatrales les interesan más los premios o la taquilla.
  • Ambos dos. El ego y el bolsillo. Este último, el órgano más sensible.
  • La que está meado por una manada de dinosaurios es Carmencita, pobre.
  • La obra debería llamarse “20 millones de quilombos”. Se la pasan levantando funciones.
  • ¡Pobre Marín! Se separó, chocó, se le fue Gasalla, la Farro y la chica del clima se aborrecen, y ahora la Barbieri se desmoronó. Té de ruda para el productor. Un container.
  • La berretización es global. Con decirles que Wanda Nara participa del ex prestigioso Festival de San Remo.
  • ¿Como jurado?
  • No. Peor. Como cantante.
  • ¡Mamma mia! ¡Pavarotti y la Callas se revuelcan en sus tumbas!
  • Pensar que yo sólo me animo a cantar bajo la ducha.
  • Lo bien que hacés, Rita. Ahorrános ese digusto, please.
  • Chicas, en honor al performático sangriento, brindemos con un “Bloody Mary”. ¡Chin, chin!