por Irene Bianchi
 
Pilar Sordo es una mujer sencillamente encantadora. Inteligente, aguda, graciosa, locuaz, esta simpática psicóloga chilena, aborda y desmenuza temas serios y profundos, sin caer jamás en la solemnidad ni en el acartonamiento. Durante dos horas, cautivó al público que colmó la capacidad del Coliseo Podestá, audiencia mayoritariamente femenina, aunque no faltó un buen porcentaje de hombres valientes que se animaron a disfrutar de este singular análisis de las diferencias que matizan y tornan ricas las relaciones de pareja.
 Entre otros conceptos claves que desarrolla y ejemplifica con anécdotas a lo largo de su charla: las mujeres tendemos a retener, mientras que los hombres tienden a soltar. Y esto se aplica no sólo a lo físico (útero, esperma). Una mujer es capaz de guardar recuerdos (y rencores) por los siglos de los siglos, sacándolos a la luz cuando la ocasión lo amerite. Los hombres pueden dar vuelta la página sin tanto rollo. Nosotras, en cambio, nos quedamos rumiando broncas de aquí a la eternidad.
Cuando un hombre habla de si mismo, habla sólo de si mismo. En cambio, la mujer habla de ella, de sus padres, de su pareja, de sus hijos, de su jefe, de su empleada, de su vecina, de su mejor amiga, y así, ad-infinitum. El tiene “cajoncitos” en su cerebro, compartimentos bien separados y sellados: trabajo, hijos, sexo, amigos, fútbol, política, incluso uno muy particular cuyo letrero reza “Nada”. Por contraste, la cabeza de una mujer es lo más parecido a su cartera, donde está todo mezclado, como en botica.
El enfoque de Pilar Sordo no es ni machista ni feminista. Suena equilibrado, realista y sensato. No hay víctimas ni victimarios. No hay un sexo fuerte y otro débil. Simplemente, somos distintos y complementarios. Tal vez, nosotras de Venus y ellos de Marte, como sostiene John Gray en su best-seller.
Las mujeres nunca estamos donde estamos, señala la verborrágica charlista: en el trabajo, sentimos culpa por no pasar más tiempo con nuestros hijos; en casa, culpa por no aportar a la economía familiar. Al mismo tiempo, nos creemos indispensables e insustituibles: todos se derrumbaría si no estamos a tiro. ¡Qué herida narcisista comprobar que marido e hijos sobreviven perfectamente si nos ausentamos durante un par de días! Un bajón.
Pilar Sordo es sumamente expresiva e histriónica. De pronto deja de ser la conferenciante, para transformarse en una mujer quejosa, un marido parco, una pareja que sale de compras, y otros personajes extraídos de la vida real. Esos matices tornan la charla amena y divertida, arrancando aplausos y carcajadas de una platea que se siente reflejada e identificada casi todo el tiempo.
Autora de éxitos editoriales como “Lecciones de seducción”, “No quiero crecer”, “Con el coco en el diván”, “Viva la diferencia”, Pilar Sordo ha encontrado, a través del humor, la manera de llegar a un público masivo, y promover una sana reflexión sobre los vínculos afectivos. Este mano a mano en una sala teatral resulta muy terapéutico y seguramente, altamente gratificante para ella, que recibe calidez y cariño a raudales, en vivo y en directo.