“Red”, de John Logan, en versión de Fernando Masllorens y Federico González del Pino, protagonizada por Julio Chávez y Gerardo Otero. Diseño de escenografía: Jorge Ferrari. Diseño de iluminación: Eli Sirlin. Diseño de vestuario: Mini Zuccheri. Asistente de dirección: Nicolás Conde. Productor ejecutivo gira nacional: José Luis Moreira. Productor general: Pablo Kompel. Dirección: Daniel Barone. Teatro Municipal Coliseo Podestá.

En “Red”, Julio Chávez se pone en la piel de Marcus Rothkowitz (1903-1970), más conocido como Mark Rothko, pintor y grabador nacido en Letonia, que vivió la mayor parte de su vida en Estados Unidos, asociado al expresionismo abstracto, aunque él siempre rechazó dicho encasillamiento. En sus obras, de grandes formatos, predominan los violetas, marrones, granates y negros. Su intención era envolver al espectador en una suerte de experiencia místico-religiosa al contemplarlos.

El sello particular de la labor actoral de Julio Chávez es y siempre ha sido, sin lugar a dudas, su intensidad. Ya lo hemos visto en “Yo soy mi propia mujer” y en “La cabra”. Chávez se adueña de sus personajes, se entrega sin retaceos, en cuerpo y alma, los hace suyos. Pone su físico, su voz, su gestualidad, su sensibilidad, al servicio de la criatura que le toca encarnar. El inevitable resultado es la absoluta verosimilitud, la credibilidad que les confiere, logrando que el espectador entre en el juego propuesto y “compre” la ficción.

Su “Mark” es un tipo hosco, gruñón, egocéntrico, obsesivo, vanidoso, autoritario. Maltrata verbalmente a su joven asistente, Ken (Gerardo Otero), tal vez con la secreta intención de curtirlo y prepararlo para la jungla de afuera. Ken arrastra una tragedia vivida en su infancia, que reaparece como una sombra y tiñe su percepción. Mark también carga con las suyas: tiene un sentido trágico de la vida, que se refleja indefectiblemente en sus oscuras pinturas.

El provocativo texto de John Logan gira en torno al sentido último de la existencia y del arte. ¿Para qué sirve una obra de arte? ¿Es un fin en si mismo, un objeto de consumo, una pieza decorativa? ¿El arte por el arte es tan sólo una utopía, una frase hecha? ¿Cuál es el rol de los marchands, de los galeristas? ¿Es el artista el bufón del Rey, el servidor de los nuevos ricos, que adquieren sus obras por esnobismo?

Son muchas las puntas de esta inteligente pieza, y la precisa dirección de Daniel Barone las explota minuciosamente.

Elogiar una vez más la interpretación de Julio Chávez resulte tal vez redundante. Subrayamos el excelente contrapunto que brinda Gerardo Otero en su Ken, que realiza una suerte de viaje iniciático, de pasaje a la adultez. Cuando Mark lo expulsa de su atelier, en realidad lo impulsa a la vida, tras haberlo pertrechado con un bagaje valiosísimo, que seguramente el joven sabrá valorizar con los años. Porque, adrede o no, Mark oficia por un lapso de padre, de mentor, de Maestro, y dejará en Ken una huella indeleble, como hombre y como artista.

Muy cuidada la escenografía, y sugestiva la puesta de luces.

“RED”: una clase magistral de teatro, en un Coliseo Podestá fervorosamente colmado.