por Irene Bianchi 

 
¿Me extrañaste? No creas que me olvidé de vos, Diario, pero estuve recontra ocupada, con poco tiempo para sentarme a escribir. Entre tantas otras cosas, me tuve que someter a los controles médicos anuales. ¡Que garrón! No me quedó orificio sin explorar. Ya sé que esos exámenes son necesarios, pero convengamos que también son bastante vejatorios, ¿no? Ni hablar de la mamografía. Entre que las tengo chiquitas y caídas, esa máquina infernal me las aplasta y me las deja chatitas como panqueques. Estoy pensando seriamente en hacerme las lolas, Diario. ¿Vos qué opinás? El tema es que si las tengo nuevitas y turgentes, van a contrastar demasiado con el resto, que está bastante deteriorado. Y después me van a dar ganas de recauchutarme toda: levantarme la cola, emprolijarme los párpados, sacarme las bolsas, la papada, y es una historia de nunca acabar. Sí, sí. Ya sé lo que estás pensando. Tengo que aceptar el paso del tiempo con resignación y dignidad, y hasta enorgullecerme de mis arruguitas. Eso se dice fácil, Diario, pero es difícil de digerir. Hoy en día, si no sos joven, linda y flaca, perdiste. Poco importa que tengas un título universitario y una sólida carrera profesional. Si te sobran unos kilitos, sos tirando a bagayo y ya pasaste los 40, estás fuera del juego. Y eso que a los 50 una mina ahora está en su plenitud. Cuando yo era chica, una señora de esa edad era una jovata de batón y chancletas, ¿te acordás? Bajaban la cortina y chau pichu. Yo creo que ni sexo tenían. No es que ahora nos sobren oportunidades, no vayas a creer. Pero no es por falta de ganas. Dispuestas estamos, lo que escasean son los candidatos. Los tipos están complicados, ¿viste? Les agarra el viejazo antes que a nosotras. Se ponen chinchudos, maniáticos, gruñones, pelados, panzones. Los hetero, digo. Los otros se cuidan, van al spa, hacen fierros, cama solar, se conservan mejor, pero no están disponibles, así que da igual. ¿Vos decís que ahora hay más que antes? No, a mí me parece que siempre hubo, desde el comienzo de los tiempos, sólo que ahora se muestran libremente. Y lo bien que hacen, Diario, ¿qué querés que te diga? El problemita es que a nosotras se nos achican las chances de ligar algo. Porque convengamos que los tipos estadísticamente viven menos, ¿o no? Así que, entre los que se mudan a la Quinta del Ñato, los que se cambian de equipo, los casados, los andropáusicos, los deprimidos, los desempleados, los malandras, los vagos, los vividores, los tacaños, los estresados, los viciosos, los jugadores, queda muy poco para elegir, ¿me entendés? Y no es que yo esté buscando marido, no te confundas. Ya tuve unos cuantos y no pienso reincidir. Novio cama afuera, y gracias. Como decíamos cuando éramos chicas: “Taza, taza, cada cual a su casa.” A lo sumo, alguna escapadita juntos, de fin de semana. O un veraneo cortito compartido. Alguien con quien ir al cine, al teatro, a un lindo restaurant, a tomar un cafecito o una cervecita. ¿Es mucho pedir? Y si salís con un pendejo, no tenés tema de conversación. No compartís los mismos gustos. Tendrás una cama genial, para qué negarlo. Pero el resto –después de la fase fogosa- también cuenta, ¿no? Ni te atrevas a llamarme Gata Flora, porque te cierro con candado ya mismo. Te adiviné la intención. Yo no soy muy exigente, no vayas a creer. Tampoco pretendo que me banquen. Pero bancar yo, menos.
  ¿Qué me gustaría, a ver? Que sea limpito, simpático, sociable. Que haya leído algo más que el Patoruzú o El Gráfico. Que no se le vayan los ojos tras el traste de otra mina cuando está conmigo. Que tenga algún gestito romántico de vez en cuando. No sé, un chocolatín, un ramito de fresias o jazmines, o una flor “robada en los jardines de Quilmes.” Que camine del lado del cordón y me abra la puerta del auto. No. Es una antigüedad. Ya no se estilan esos gestos de galantería. Como arrimarte la silla o ponerte el abrigo sobre los hombros. En eso las minas tenemos mucho que ver. A veces nos pasamos de rosca con la autosuficiencia. Los acobardamos. Y los tipos reculan, pobres. No quieren quedar cursis ni melosos ni cargosos. Pero en el fondo, Diario, aunque no lo confesemos, nos gusta que nos atiendan, que nos mimen, que nos consientan, que nos festejen. ¡Uy! Se me cayó la cédula otra vez. Tengo que aggiornar mi léxico. El pez por la boca muere, y las veteranas también…
Ahora te dejo porque me toca cuidar nietos. Sí, tengo 3 nietos, ¿no te había contado? Es que un poco lo escondo. Por coquetería, ¿viste? Me rompe los coquitos que mis hijos me los traigan sin previo aviso, que me den por sentada como baby-sitter. Pero, la verdad, lo pasamos genial juntos. Como no me toca criarlos sino malcriarlos, los disfruto a pleno. Me revuelco en el piso con ellos, les doy comida chatarra, se disfrazan con mi ropa, se pintarrajean, los dejo decir palabrotas, se acuestan a cualquier hora, duermen conmigo en la cama grande. Un descontrol. La única prohibición: llamarme “abu”. Lili, me dicen, o cobran.
Bueno, Diario, gracias por prestarme la oreja. Será  hasta la próxima. Espero tener cosas jugosas que contarte. ¡Chau, chau! 
                                                                                            (continuará)