por Irene Bianchi
  • Chicas, ¿vieron que la tele se ha convertido en un confesionario público? Casi como el que había en “Gran Hermanos”, ¿se acuerdan?
  • Más que público, púbico, Chela. Digo, por como ventilan las partes pudendas.
  • Es que antes los trapitos sucios se lavaban en casa. Ahora, en la caja boba.
  • Hace rato que lo privado dejó de existir, Raquelita. Entre los celulares, las camaritas, los videítos íntimos, el chat, el Facebook, el Fotolog, el Twitter y demás hierbas, los secretos de alcoba han pasado a ser secretos a voces.
  • Qué lástima, ¿no? Ya no hay más misterio. Se han corrido los velos. Todo es tan previsible, tan explícito, tan burdo, que aburre. Se perdió la magia.
  • Convéncete, Gilda. Es lo que yo siempre digo. En ciencia y tecnología, hemos progresado de un modo increíble, no te lo discuto. Pero, en muchos otros aspectos, estamos involucionando a toda máquina. Vamo’pa’triqui.
  • ¿Vos decís que se viene “la fin del mundo”?
  • Y, mirá, algo está pasando. Es más que obvio. Terremotos, tsunamis, volcanes escupiendo ceniza, maremotos, tornados, huracanes, los polos que se derriten, inundaciones, sequías. El planeta está harto de tanto maltrato y nos pasa factura. Aplazo masivo. Todos a marzo.
  • Volviendo a la catarsis farandulera, me pregunto por qué se exponen tanto.
  • Porque se han vuelto adictos a la pantalla. No tienen vida fuera de un estudio de televisión. Les falta el aire si no hay una cámara delante.
  • Coincido, Adela. Todo se ha convertido en un reality de cuarta, en un “Truman Show”. La diferencia es que en la peli el chabón es el último en enterarse.
  • Y cuando se aviva, tiene el coraje de abandonar el juego, aún corriendo el riesgo de caer al vacío y desintegrarse.
  • Convengamos que no es fácil cortarse solo y animarse a dejar de pertenecer. Hay que estar muy seguro de sí mismo. El rebaño te desdibuja la personalidad, pero te contiene. Para muchos: mejor mal acompañado que solo.
  • ¿Será por eso que hay tantas tribus urbanas? Ahora aparecieron los “turros”.
  • No, Florinda. Turros siempre hubo. No te engañes.
  • Pero éstos son adolescentes, Coca. Así como nosotras delirábamos por los flequilludos de Liverpool, éstos son fans de “Los Pibes Chorros”, de “Damas Gratis”, de “La Champion Liga”…
  • ¡No vas a comparar, por el amor de Dios!
  • Lo raro es que es que estos “turritos” se consideran “villeros”, pero se visten a la moda, con ropa y zapatillas de marca, que salen un ojo de la cara.
  • Títeres de la sociedad de consumo. Marionetas del marketing, aunque se hagan los rebeldes y contestatarios.
  • “Turros”, “floggers”, “emos”, “villeros”, “rollingas” … No sé. Me quedo con los hippies de mi generación. Esa contracultura de los 60 no era violenta y tenía ideales. Era una bohemia muy creativa. No pasaba sólo por la música, Woodstock, lo psicodélico, el amor libre, las túnicas, el batik, los “pata de elefante”, el pelo largo, el patchouli, no usar corpiño …
  • No llegamos a usar corpiño ahora, Chela, y volcamos.
  • ¿Y si armamos nuestra propia tribu urbana? Sugieran nombres.
  • Ya lo tengo: “Las Pebetas del Bicentenario”. ¡Chin, chin!