· ¡Qué suerte, chiquis! Ahora podemos envejecer tranquilas. Contamos con la bendición papal.

· ¿De qué hablás, Nelly?

· Eso; que Francisco salió en defensa de la belleza de la vejez, y en contra del mito de la eterna juventud.

· ¿Y a raíz de qué tan sesuda reflexión? Como si no hubiera otros temas urgentes en que ocuparse.

· Lo tengo acá en el celu. Escuchá: “Las arrugas son un símbolo de experiencia, un símbolo de vida, un símbolo de madurez, un símbolo de haber hecho un viaje”.

· ¿Viaje? Sí. El único que podemos hacer sin un mango, un viaje en el tiempo, de ida, con destino desconocido.

· Y la citó a la actriz italiana Ana Magnani, cuando le dijo a su maquilladora: «Déjame todas las arrugas, no las toques, he tardado toda una vida en conseguirlas”.

· Yo lo que noto en las féminas locales es que todas se inflaron los labios. Tienen trompita, ¿vieron? Como culito de mandril.

· Hay tutoriales en Youtube. Vi uno en el que la piba chupaba una tapita de ésas que se usan para medir el jarabe. La succionás unos segundos y te quedan bien regordetes y carnosos.

· Al cuete. Si andamos todo el día embarbijadas. Yo no uso rouge desde el 2020.

· Una cosa es cierta: el viejismo existe. Mucho prejuicio, mucho desprecio, mucho ninguneo, mucha discriminación.

· Si hasta en la tele hablan de “los abuelos”. O peor: “los abuelitos”. Nos meten a todos en la misma bolsa. ¿Qué saben si tengo nietos? Despectivo y descalificador al mango.

· Es que todas coincidimos con el título del unipersonal de la Acher: “¿Qué hace una chica como yo en una edad como ésta?”

· Pero, con una mano en el corazón: ¿ustedes volverían el tiempo atrás? Quiero decir, ¿les gustaría volver a tener 20 o 30 años?

· ¡Ni loca! Me acuerdo y no entiendo de dónde sacaba las ganas y la energía para estudiar, recibirme, laburar 8 horas en la oficina, casarme, parir y criar hijos, ayudarlos con la tarea, llevarlos al pediatra, hacer de Mami Uber full time, esperarlos levantada con el corazón en la boca hasta que volvieran de bailar, ocuparme de la casa, hacer los mandados, cocinar, limpiar, planear vacaciones multitudinarias, armar y desarmar valijas, ir a las reuniones y fiestitas escolares, organizar cumpleaños, bancarme a mis suegros …

· ¿Y no sufriste el síndrome del nido vacío, Ali?

· ¡Al contrario! Aquí entre nos, ¡festejé con bombos y platillos el día que se fueron! ¡Me agarré una curda memorable! “¡Al fin sola!” gritaba a voz en cuello. Porque para ese entonces ya me había divorciado, para colmo de bienes.

· No te hacía tan fría, amiga. Tan desalmada.

· No me jodas, Leti. Yo sé que no queda bien decirlo, que no es políticamente correcto, pero convengamos que se nos piantó la vida sirviendo a los demás, postergándonos…

· Pero nadie te obligó, amiga. Elegiste libremente hacer esa vida. Todas la elegimos.

· Leti, hay mandatos ancestrales, tácitos, que cumplimos inconscientemente, sin plantearnos si eso es lo que realmente queremos hacer. Por suerte, las pibas de hoy en día sí se lo plantean. Se avivaron las guachitas. Priorizan sus deseos por sobre esos mandamientos. Y lo bien que hacen.

· Pero siguiendo con ese razonamiento, la humanidad se va a extinguir prontito.

· De eso también se ocupan los bichos que andan dando vuelta, los malos gobernantes, y los loquitos mesiánicos que juegan a la guerra.

· Bueno, entonces propongo un brindis por nuestras hijas, que no se comen el verso. ¡Chin, chin!

Diario El Día, 12 de junio 2022