El tan esperado reencuentro esta vez fue en el Gran Rex. Un Gran Rex absolutamente colmado. Uno de tantos que Serrat colmó durante esta gira mundial. Porque sí. Porque los argentinos lo amamos desde siempre y nunca faltamos a la cita. Somos  incondicionales a la hora de ir a verlo y escucharlo. Es una necesidad del alma. Crecimos con sus canciones, nos enamoramos  con ellas, forman parte intrínseca de nuestras vidas, forman parte de nuestro ADN. Y más aún, tratándose de “Mediterráneo”, ese “long play” emblemático de 1971, que contiene temas absolutamente entrañables: “Aquellas pequeñas cosas”, “La mujer que yo quiero”, “Pueblo blanco”, “Tío Alberto”, “¿Qué va a ser de ti?”, “Lucía”, “Barquito de papel”, “Vagabundear”,  “Vencidos”, a los que sumó otras joyas como: “De vez en cuando la vida”, “Disculpe el señor”,  “Menos tu vientre”, “Fiesta”, “Caminante, no hay camino”.

Cuenta el catalán cómo y dónde nació este álbum: un tórrido agosto, en un hotel en Calella de Palafrugell, un pueblito de pescadores ubicado a poco más de 100 kilómetros de Barcelona, en la Costa Brava. Serrat tenía 26 años por ese entonces, y nosotros –sus fans- algunos más o algunos menos y muchos ni había nacido aún.

Y hoy, 47 años más tarde, Joan sigue navegando por ese Mediterráneo, ahora tan contaminado por el hombre y tan cementerio de gentes que huyen de sus países en busca de un futuro.

¿Por qué festejar los 47 años del nacimiento de “Mediterráneo” y no esperar a los 50? Por la fragilidad de la vida, aclara Serrat, con conocimiento de causa. Tras lo cual aconseja a su público  no desaprovechar ninguna oportunidad para festejar y celebrar, porque nunca se sabe …

¿Por qué el “cabrón” del título? Mientras nos deleitaba con “Menos tu vientre”, guitarra en mano acompañado por Uixi Amargos en viola, el Nano se retiró del escenario sin dar ninguna explicación. Desconcierto total. Se lo había notado algo molesto, pero no sabíamos si era por el sonido, el retorno, o vaya a saber qué. Pasados unos minutos, volvió y dio sus razones. Había pedido que no hubiera aire acondicionado por un tema de salud, y aparentemente hicieron caso omiso de su lógico reclamo. Por lo cual interrumpió su concierto para quejarse. Tras este mínimo intervalo, todo volvió a la normalidad y todos respiramos, aliviados. Y es que  ésta es una de sus características, la marca en el orillo: el catalán no se calla nada, no es complaciente en las entrevistas ni en los reportajes, es imprevisible en sus respuestas, si algo no le gusta – lo dice sin pelos en la lengua. Genio y figura hasta la sepultura. Cerca del final, se disculpó por su “calentura” pasajera. Ni falta hacía.

Serrat está –como siempre- acompañado por músicos “de la ostia”. El Maestro Ricardo Miralles (piano, dirección y arreglos); Jose Mas Kitflus (teclados y programaciones); David Palau (guitarras); Uxi Amargos (viola); Vicente Climent (batería); Tomás Merlo (guitarra eléctrica y contrabajo), y como músico invitado, Michi Quiroga.

Las proyecciones en video (César Arrieta) ambientaron cada canción, además de mostrar la traducción de un tema en catalán.

¿Qué más decir de “Mediterráneo Da Capo”? Tal vez que Serrat y su poesía “nos hace que/ lloremos cuando/ nadie nos ve”. Gracias, catalán cabrón. Y por muchos reencuentros más.