Para mí ir a votar siempre es una fiesta. Aún recuerdo con enorme emoción aquel día de octubre de 1983, en el que los ciudadanos pudimos volver al cuarto oscuro, al dejar atrás años oscuros de dictadura militar. Con preocupación, veo que algunos amigos –por desinterés, apatía o miedo al contagio– han decidido no hacerlo el domingo 12 de septiembre. Sería –creo– un error. El voto es nuestra única arma, nuestra manera de participar activamente en la política, de expresar nuestras ideas, nuestros deseos, nuestra postura, nuestro apoyo o repudio. Es una oportunidad demasiado valiosa como para desaprovecharla. Más allá de que sea obligatorio en nuestro país, se trata de un deber moral, de un aporte esencial a la supervivencia de la democracia. Hoy más que nunca debemos comprometernos, accionar, no solo criticar desde la comodidad de nuestra casa. Llueva o truene, con barbijo, máscara, alcohol en gel y distanciamiento, yo voto en las PASO. ¿Vos?

Irene bianchi para La Nación