por Irene Bianchi

“Wunderkindz, el encuentro”. Libro, coreografías y dirección: Gastón Marioni. Idea, música original y producción general: Ezechiel Palmieri. Dirección musical y arreglos: Gerardo Gardelín. Dirección orquestal: Gaspar Scabuzzo. Diseño de vestuario: Pablo Battaglia. Diseño de escenografía: Martín Seijas y Carlos Golac. Diseño de luces: Fidel Miranda. Diseño de sonido: Osvaldo Mahler. Diseño multimedia: Natalia Castillo y Tato Fernández. Teatro Coliseo: Marcelo T. de Alvear  1.125. CABA.
Nunca más oportuno un espectáculo de esta naturaleza. Horrorizados, hoy somos azorados testigos de cómo mueren cientos de niños casi a diario en la Franja de Gaza, víctimas de una guerra absurda e irracional, como toda guerra; evidencia clara de la incapacidad de los adultos para negociar civilizadamente.
De ahí que este encuentro en un escenario de niños de diferentes nacionalidades, razas y credos, que le cantan al amor universal, sin fronteras, se viva como una necesaria bocanada de aire fresco, que reaviva la esperanza de un mundo mejor.
Diez países representados por niños prodigiosos: Juan Francisco Greco (Argentina); Chloe Marlon (Australia); Churchill Obi (Nigeria); Carla Gibilisco (Italia); Ofir Elbaz (Israel); Manú Paiva (Brasil); Chenle Zhong (China); Janeth Becerra (Méjico), Konstantinos Chrystómou (Grecia), Izzy Shiff (Estados Unidos).
La trama: un árbol ha ido perdiendo sus hojas, simbolizando la pérdida de valores tales como la tolerancia, la empatía y la buena convivencia, desterrados por los prejuicios, la desigualdad, la discriminación, la violencia, los intereses mezquinos, la ambición desmedida, la codicia. Los niños, con su pureza e inocencia intactas aún, recuperarán esos valores perdidos, uno a uno, dándonos una lección ejemplificadora a los adultos, y devolviéndole su verde follaje al árbol desnudo.
¿Cómo lo hacen? Cantando y bailando como los dioses, con una frescura, espontaneidad y simpatía cautivantes. El director, actor, docente teatral y coreógrafo platense Gastón Marioni concibió una puesta en escena muy atractiva, dinámica y colorida, en la que se suceden diez  cuadros musicales, ambientados de acuerdo al país de origen de cada pequeño artista, respetando el color local, la vestimenta típica y el idioma de cada cultura representada. Acompañan a los cantantes, un ensamble de jóvenes y talentosos bailarines argentinos.
El cuadro interpretado por Ofir Elbaz, un niño israelí de 11 años, que le canta al amor y a la paz, con el muro de los lamentos a sus espaldas, es un momento especialmente conmovedor de esta ambiciosa propuesta.
Dos actores platenses todo terreno, Juan Pablo Pereira (“Hado de la Predestinación”) y Luciano Guglielmino (“Hado de la Buena Fortuna”), ofician de nexos entre las escenas. Versátiles, graciosos, histriónicos, arrancan risas y aplausos, traspasando la cuarta pared e interactuando fluidamente con el público, que colmó la capacidad del Teatro Coliseo.
Ezechiel Palmieri interpreta unas piezas al piano, y encarna una suerte de Peter Pan, un adulto que prefiere seguir siendo niño, y brega por la recuperación de los valores y virtudes perdidos, resistiéndose al avance de las fuerza oscuras. Su actuación no resulta demasiado convincente.  
“Wunderkindz, el encuentro” contó con el apoyo de Unicef y el auspicio de las embajadas de los países participantes.
Cinco continentes hermanados por medio de una decena de hermosos niñitos, pequeños embajadores que derrochan gracia, encanto y virtuosismo. Un oasis escénico.