por Irene Bianchi 
“Vuelo a Capistrano”, de Carlos Gorostiza, con Daniel Fanego, Beatriz Spelzini y María Ibarreta. Escenografía y vestuario: Roberto Almada. Iluminación: Chango Monti. Asistente de Dirección: Leopoldo Minotti. Dirección: Agustín Alezzo. Teatro Municipal Coliseo Podestá. 
“Pablo” (Fanego) es un pintor que está atravesando severas crisis. Por un lado, padece una enfermedad terminal que lo acecha. Por otro, las Musas han huido de él y nada lo inspira ante el lienzo vacío. Vive con “Emilia” (Spelzini), maestra muy comprometida en luchas gremiales. Tiene una hija- “Paula” – fruto de su matrimonio con “Susana” (Ibarreta).
Gruñón, ensimismado, protestón, el constante arrullo de las palomas lo pone de pésimo humor. Asiduas visitantes de su balcón, casi “okupas” de la cornisa, las intrusas lo sacan de quicio. Pablo no hace otra cosa que espantarlas e insultarlas, sin mucho éxito.
La enfermedad lo ha sumido en un aislamiento auto impuesto. No sale de su departamento-atelier, hace 6 meses que no ve a su hija, no contesta los llamados de su ex mujer, casi tan molesta como las palomas.
Pero hay algo que lo apasiona: el vuelo de las golondrinas. Más precisamente, el ritual periplo que hacen año tras año desde San Juan de Capistrano, en California, al Hemisferio Sur, huyendo del frío.
Así  como Pablo detesta a las palomas, por pedestres y básicas, admira a las “hirundu rusticas”, esas elegantes y audaces golondrinas que emprenden su vuelo a cielo abierto.
Ese vuelo en la obra de Gorostiza es una hermosa metáfora: la vida como vuelo, el vuelo final hacia el infinito, ese mismo vuelo que él pretende –infructuosamente-   plasmar en el lienzo.
Esta comedia dramática se apoya en una excelente labor actoral. Fanego compone una criatura llena de bronca, ansiedad, miedo y dolor. Un ser que, de todos modos, no renuncia a sus sueños. Su interpretación es rica en matices y claroscuros.Emociona
A su lado, la deliciosa Beatriz Spelzini da una clase de sutileza y delicadeza. Su Emilia, esa compañera incondicional, sólida, contenedora, resulta absolutamente creíble.
El personaje de María Ibarreña, en cambio, está un tanto estereotipado, tal vez a modo de  deliberado aporte humorístico que alivie la tensión dramática.
Gorostiza es un verdadero maestro del diálogo. El espectador siente que está  espiando y escuchando una conversación real, entre personas de carne y hueso.
La obra tiene dos finales posibles. El elegido por Gorostiza, con sus jóvenes noventaypico, es indudablemente el más esperanzador.
El volar no es sólo para los pájaros.