“Valientes”, de Harold Lynn, con Gonzalo Heredia, Luciano Castro, Mariano Martinez, Graciela Tenebaum, Alejandro Müller, Sabrina Rojas, Laura Cymer y Carlos Romano. Dirección: Carlos Olivieri. Producción General: Adrian Suar y Fernando Blanco. Teatro Municipal Coliseo Podestá.
Aprovechando seguramente el alto rating de la telenovela que protagonizaran el año pasado en Canal 13, los “hermanitos Sosa” estrenaron en enero en Mar del Plata esta obra, con un éxito arrollador de taquilla, emprendiendo ahora una gira con salas colmadas. El pasado fin de semana, aproximadamente 3.000 personas tuvieron ocasión de ver este producto en La Plata, la mayoría de las cuales eran chicas adolescentes y madres jóvenes, siendo muy escasos los hombres en la nutrida audiencia.
Desconocemos los datos del autor (¿Harold Flynn?) y suponemos que mas bien debe tratarse de un seudónimo, puesto que la endeble línea argumental de la pieza se basa en el hit televisivo, y razonable resulta deducir que quien la escribió probablemente sea uno de los propios guionistas.
Poco o nada importa que la estructura dramática y la puesta en escena brillen por su ausencia; que todos los actores griten de principio a fin (a pesar de contar con micrófonos inalámbricos); que se tienten en escena desembozadamente; que actúen “de taquito”; que no construyan personajes verosímiles; que a Mariano Martinez no se le entienda nada (el hecho de que “Segundo” se haya criado en el campo, no es excusa ni razón suficiente); que la trama haga agua por todos los costados; que no existan matices, ni tonos, ni climas, ni sorpresas. Insistimos, nada de eso pareció importarle a la joven y femenina audiencia, que deliró y disfrutó del espectáculo, como si estuvieran en presencia de Los Beatles, 40 años después.
Los picos de paroxismo coincidieron con la sacada de remeras de los tres galancitos, que dejaban al descubierto sus “tablas de lavar”, despertando todo tipo de alaridos y gemidos en las niñas. “¡Yeguo!” (?), “¡Potro!”, “¡Te amo!” “¡Te parto!” fueron algunas de las expresiones reproducibles de las enardecidas adolescentes y jovencitas, a quienes eso sólo habría dejado contentas. Casi equivalente a un show de strippers light, suavizado para teenagers.
Innegablemente, se trata de un producto comercialmente logrado, puesto que convoca multitudes y genera pingües ganancias para productores y protagonistas.
Cualquier otra disquisición estética, apreciación crítica o juicio de valor al respecto, carece de sentido, porque no faltará quien retruque que mil millones de moscas no pueden equivocarse en su opción alimentaria.