por Irene Bianchi

“ÉDIPO”, por la Companhia do Chapitó (Lisboa, Portugal).Creación colectiva, interpretada por Jorge Cruz, Marta Cerqueira y Tiago Viegas. Diseño de luces: Samuel Rodrigues. Producción: Francisco Leone y Tânia Melo Rodrigues. Prensa: Lúcia Valdevino. Asistente de Dirección: Andréa Padilla. Dirección artística: José Carlos García. Dirección: John Mowat. Sala 420.

En la mitología griega, Edipo –hijo de Layo –Rey de Tebas- y de Yocasta, fue abandonado al nacer en el Monte Citerón, porque su padre fue advertido por las predicciones del oráculo, que su hijo lo mataría y se casaría con su esposa. El niño fue recogido por unos pastores, que lo llevaron a la Corte de Pólibo, Rey de Corintio. Ya adulto, consultó al Oráculo de Delfos, porque dudaba sobre su auténtico origen, y éste le recomendó que se alejara de su patria. Rumbo al exilio, se cruzó con Layo (a quien no conocía), discutieron y lo asesinó. Una vez en Tebas, resolvió sin dificultad los enigmas que le planteó la Esfinge, lo cual provocó la muerte de ese monstruo. Los tebanos, agradecidos, le concedieron por esposa a la viuda Yocasta. Cuando la cruda verdad salió a la luz, Yocasta se ahorcó, Edipo se sacó los ojos, y terminó sus días en Colono, ciudad a la que fue llevado por su hija Antígona.
La “Companhia do Chapitó” ofreció en la “Sala 420” una teatralización del conocido mito, con una mirada absolutamente original e impactante. Tres actores –Jorge Cruz, Marta Cerqueira y Tiago Viegas- en un escenario totalmente despojado, dejaron boquiabiertos a los espectadores, que no podían dar crédito a sus ojos. Ese versátil y talentosísimo trío, no sólo dio vida a un sinfín de personajes, sino que también se convirtió en viento, caballo, oveja, perro, pasto, roca, pueblo. Todos los lenguajes puestos al servicio de graficar el relato: el verbal, el gestual, el corporal, el gutural. Un “tour de force” en el que los intérpretes exprimieron al máximo sus recursos expresivos, poblando la escena de multitudes, a pesar de ser sólo tres.
Y lo más extraordinario es que optaron por el humor para contar esta historia terrible, plagada de desdichas, infortunios, confusiones, fatalidades, muerte. De modo que el público rió casi sin parar, a pesar del trasfondo oscuro y trágico, sutilmente omnipresente.
  Sabemos que la “Compañía do Chapitô” realizó en la “Sala 420” funciones de su particular “Édipo” para alumnos de escuelas de nuestra ciudad, lo cual nos parece una iniciativa formidable, y descontamos la recepción que seguramente tuvo en estudiantes y docentes.
No es frecuente toparse con espectáculos de esta jerarquía, que derrochan teatralidad en su estado más puro. Sin lugar a dudas, los portugueses nos dejaron un Edipo para recordar. ¡Chapeau!