De pronto, en muy pocas décadas, en un brevísimo lapso de tiempo en términos históricos, nuestra auto-percepción y nuestra autoestima han pasado a depender casi exclusivamente del impacto que logremos en las redes sociales. Existimos si nos “laikean”, si acumulamos seguidores, si aprueban y festejan nuestros “posteos”, si nos convertimos en “influencers”, exitosos “instagramers”, de la noche a la mañana. Estamos pendientes del número de visualizaciones que hayan tenido nuestras “historias”.  Nos angustia quedar afuera: padecemos de “FOMO” (fear of missing out = miedo a perdernos algo). Ni hablar si se limitan a “clavarnos el visto”, sin responder, o si nos bloquean: golpe letal.

Esta es mi lectura de la temática que propone “TWIT”, la nueva obra escrita y dirigida por Mariana Ozafrain, con producción de Juan Esteban Camargo, protagonizada por Noelia Almassio, Agustina Fornari, David Montes, Geraldine Vivier, con música en vivo a cargo de Nahuel Acosta, pieza que vimos en la Sala A del Pasaje Dardo Rocha, La Plata.

Como es habitual en las puestas de Ozafrain, el ritmo es vertiginoso, tanto en los parlamentos como en las acciones físicas del elenco. Un zapping de imágenes que apuntan asimismo el escaso grado de concentración típico de nuestros tiempos. Todo es efímero, fugaz, huidizo. Por momentos, los personajes, meticulosamente compuestos, se convierten en meros “emoticones” que ilustran o grafican lo que uno de ellos relata. No hay casi contacto visual, tangible. El lugar seguro es la virtualidad, no el mundo físico, real. El diálogo verdadero es reemplazado por “texto predictivo”, la nada misma.

“TWIT” es una muy oportuna y atractiva invitación a repensar hasta qué punto usamos las redes sociales o somos usados por ellas. Hasta qué punto nos esclavizan, manejan nuestras vidas, determinan nuestro estado de ánimo, nuestra propia identidad. Las risas del público denotan identificación con lo que se muestra. Nuevamente el escenario funciona como espejo en el que nos vemos, nos encontramos, nos reflejamos, nos cuestionamos. Porque el buen teatro nos interpela, nos modifica, y nos regala “tarea para el hogar”. Misión cumplida.