Griselda Gambaro (1928) es una prolífica dramaturga cuya primera obra, “El desatino”, se estrenó en 1965 en el vanguardista Instituto Di Tella. Al decir de otro gran autor, Mauricio Kartun, en esa opera prima “se pueden vislumbrar los temas que le interesarán toda la vida: la opresión, la violencia y la imposibilidad de la comunicación … lo grotesco de la condición humana.”

Algunos de sus otros títulos: “Viejo Matrimonio”, “Las paredes”, “Los siameses”, “El campo”, “Nada que ver”, “Sucede lo que pasa”, “Sólo un aspecto”, “Información para extranjeros”, “Real Envido”, “Decir sí”, “La Malasangre”, “Antígona Furiosa”, “Viaje de invierno”, “El miedo”,  “Nosferatu”, “Morgan”, “Penas sin importancia”, “Dar la vuelta”, “Puesta en claro”, “La gracia”, “El nombre”.

Resulta muy esclarecedor lo que la propia autora dice sobre su oficio: “Un teatro tranquilizante y digestivo, donde las actrices lucen sus modelos y pelucas, donde los gags se hacen a través del erotismo admitido, donde las consideraciones sociales o políticas son cosquillas que no afectan a nadie, no nos interesa, salvo que ése sea nuestro mundo también. Queremos un teatro de furia, de revelación, donde no tengamos miedo para expresarnos, donde podamos sentirnos libres, porque ésta es la primera condición de un teatro de vanguardia. Cuando el teatro rompe esquemas y proporciona al espectador datos tremendos sobre su condición humana, “le mueve” el piso o trata de integrarlo al mundo que no le ofrece ya seguridad, la actitud lógica es de rechazo.”

A estas características responde “El despojamiento”, obra protagonizada por María Inés Portillo y Esteban Licht, dirigidos por Paula Boero, que se presenta los domingos a las 18 hs. (excelente horario) en “La Mercería”, La Plata. Una mujer madura se presenta a un “casting”, una entrevista de trabajo. ¿Le ofrecerán un rol o sólo serán sólo fotografías para una revista? Se la ve insegura, ansiosa, nerviosa. La espera le resulta interminable. Cada tanto saca un espejito de su cartera, se mira, e intenta disimular con maquillaje un tremendo moretón en su mejilla. Piensa en voz alta, y a través de su relato descubrimos a “Pepe”, su marido violento, celoso, autoritario. La “Negra”, como la llama Pepe, es una víctima presa de una relación tóxica, relación de la que está presa, cautiva. Es rehén de su pareja. Curiosamente, esa misma situación se repite en el marco de esta “entrevista”. De golpe, de la nada, aparece un joven que, sin mediar palabra, la despoja de sus pertenencias: su abrigo, un zapato, un aro, su pollera. La Negra no se resiste, no puede hacerlo. Está entregada, a merced de ese muchacho, que goza con cada arrebato.

La composición de María Inés Portillo es desgarradora, lacerante, conmovedora. A su personaje se lo percibe violado, fracturado, descosido, roto. Esa mujer está entregada, no puede oponer resistencia, no puede rebelarse, huir, preservarse. Aquí también –como en su casa- está presa, enjaulada, tal vez porque lo exterior es sólo un reflejo de su jaula interior. Lo que le sucede por fuera espeja su cárcel interna. Capo lavoro.

La puesta en escena y dirección de Paula Boero es ascética, minimalista, despojada. Nada que distraiga del conflicto central. Toda su energía puesta en trasmitir la soledad existencial de esta mujer, su sometimiento, y la crueldad y sadismo de su acosador, el oscuro, silencioso personaje encarnado por Esteban Licht.

Esta recomendable propuesta es una invitación a asomarse al imaginario de Griselda Gambaro y de paso conocer la bella sala de “La Mercería”, Avda. 1, Nº 210, La Plata.