por Irene Bianchi

Stravaganza – Estados del Tiempo”. Idea y dirección general: Flavio Mendoza. Coreografía y co-dirección: Romina Propato. Con: Federico Molinari, Belén Pouchan, Adabel Guerrero y elenco. Libro humorístico: Sergio Marcos. Vestuario: Walter Delgado y Mendoza. Iluminación: Ariel Ponce. Diseño de arte, fotografía y retoque digital: Paula Dalia. Diseño y realización de video escénico: Maxi Vecco. Escenografía: Emanuel Pérez. Producción: Flavio Mendoza, Diwan-Fucci, Giordano-Pardo. Teatro Broadway, Corrientes 1155. CABA.
“Stravaganza: Estados del Tiempo” es un espectáculo impactante. Lo primero que salta a la vista es la titánica producción que, entre otras cosas, se embarcó en la costosa y compleja fusión de dos salas teatrales, para adecuarse a las exigencias de la ambiciosa puesta. Claramente, no se escatimó en gastos. El escenario móvil, la enorme piscina, la cama elástica, la estructura que semeja un reloj de arena, el lujoso vestuario, los efectos especiales, las escenografías virtuales, el sonido envolvente, la sofisticada puesta de luces, todo da cuenta de una millonaria inversión, que seguramente se verá ampliamente resarcida por el éxito de taquilla que le espera.
Bailarines, acróbatas, gimnastas, músicos, cantantes, 49 artistas en escena. Cuerpos perfectos, tanto desde lo estético como en la destreza de sus arriesgados desafíos, hacen gala de una impecable precisión. Las coreografías de Romina Propato, elaboradas e imaginativas. “Stravaganza, Estados del Tiempo” por momentos se desarrolla en tres niveles diferentes, y envuelve todos los sentidos. Hasta literalmente nieva sobre los espectadores.
Sin embargo, hay algo que atenta contra la magia: los “separadores” humorísticos. Los cuatro cómicos rosarinos cuentan chistes desabridos. Tampoco resulta divertido el cuadro del auto, del que el propio Mendoza forma parte. Se trata, creemos, de una subsanable deficiencia del libro, y no de los actores. Por otra parte, desde el punto de vista estrictamente comercial, tratándose de un show que seguramente atraerá a muchos turistas extranjeros que no hablan español, es más seguro apostar a la imagen que a la palabra (y mucho menos a la jerga rioplatense), como lo hace desde hace años el “Cirque du Soleil”.
 Siempre en el terreno de la comicidad, quien sí resulta sumamente gracioso es el clown y acróbata Bruno Pedro, en sus sucesivas apariciones y en su interacción con la orquesta.
La nueva propuesta de Flavio Mendoza está indiscutiblemente al nivel de espectáculos internacionales, y no defrauda un ápice. El clima de ensueño y fantasía que crea, transporta al espectador a una dimensión de la que cuesta volver. La nutrida y variadísima cartelera porteña, se merece un show de esta categoría, que además es apto para toda la familia.
Un especial “Chapeau” a la ambiciosa producción.