…a pesar de que el espejo y mis articulaciones se obstinen en querer convencerme de lo contrario. Intacta mi capacidad de asombro, de juego, mi curiosidad sin límites. Tal vez acrecentadas por la conciencia de la finitud. Insisto: soy anti-marketing; anti-festejos por decreto. Pero hoy me permito recordar mi hermosa infancia en las calles de Bernal, a pura bici, rayuela, poliladron, escondidas, carritos con rulemanes, soga, estatuas, mancha venenosa. No cambio esos años por la compu, el celu, la tablet, el i-pod, ni la mar en coche. Prefiero mi niñez de veredas anchas, de vecinos sentados tomando mate y conversando, de casas bajas sin rejas ni alarmas, del heladero de Laponia y su carrito, del aguatero que auxiliaba en tiempos de canillas secas. Te saludo, Irenita, con cierta nostalgia. Quedáte tranquila. Seguís vivita y coleando.