por Irene Bianchi
“OCHO MUJERES”, de Robert Thomas. Elenco: Hilda Bernard, Norma Pons, María Leal, Mónica Villa, Emilia Mazer, Cecilia Dopazo, Violeta Urtizberea, María Rojí (en reemplazo de Silvia Pérez). Vestuario: Pablo Battaglia. Producción: Javier Faroni. Adaptación y dirección: José María Muscari. Teatro Municipal Coliseo Podestá. 
El género de esta pieza de Robert Thomas, llevada al cine por François Ozon, no se aborda frecuentemente en teatro. Se trata de un policial, con todos los ingredientes típicos: acción, violencia, intriga, suspenso, pero suavizado por una pátina de humor y unos toques del absurdo y lo bizarro. De modo que el espectador pasa del sobresalto a la carcajada en contados segundos. “Ocho mujeres” es una comedia negra que entremezcla lo profundo y lo superfluo, lo intrascendente y lo existencial, surfeando ligeramente sobre problemáticas disímiles y contrastantes.
La acción se sitúa en los años ’50, en una casona de campo, propiedad de “Gaby” (Leal) y su acaudalado (¿) marido, “Simón”. Allí también viven su hermana “Agustina” (Villa), su hija “Catalina” (Urtizberea), su madre “Mamy” (Bernard) y las dos empleadas domésticas, “Raquel” (Pons) y “Luisa” (Mazer). Al grupo se sumarán luego otra hija de Gaby e hijastra de Simón, “Susú” (Dopazo) y la hermana de Simón, “Regina” (Rojí).
Todo arranca con el supuesto homicidio del único hombre de la casa, Simón. Alguien cortó el cable del teléfono y los cables del auto, envenenó a los perros guardianes, cerró la reja de la mansión, impidiendo la salida de estas mujeres, entre quienes se encuentra “la asesina”.
En esta situación de encierro y aislamiento, la tensión va “in crescendo”, y cada cual se irá mostrando tal cual es, dejando paulatinamente de lado los buenos modales y la hipocresía social. Aparecen entonces las miserias de cada una, sus bajezas, sus traiciones, sus flaquezas, sus vicios ocultos, sus mentiras, la doble vida de algunas, el resentimiento y envidia de otras, secretos bien guardados, tan encerrados como ellas mismas en esa mansión solitaria, bloqueada por la nieve y envuelta en misterio.
José  María Muscari,  “l’enfant terrible” de la escena local actual, se mueve a sus anchas en una puesta que transita todos los climas y mantiene un ritmo aceitado y dinámico. Cuenta con un elenco impecable, homogéneo, y permite el lucimiento de cada una de estas ocho actrices con talento y oficio de sobra. Este actor- autor- director- adaptador, tiene la sana costumbre – y es uno de los pocos en hacerlo- de convocar a actrices y actores veteranos y darle roles a su altura, como es el caso Hilda Bernard, una antológica “mala” de telenovela, que arranca una merecida ovación de la platea.
La dirección actoral es precisa y prolija, y la caracterización bien diferenciada.
Muy acertado el recurso de “congelar” a los personajes en una foto, en determinadas situaciones límite, aunque creemos que la reiteración de ese efecto le hace perder fuerza.
“Ocho mujeres”: inquietante aquelarre y una divertida muestra de humor negro.