Tal vez suene dramático, pero lo cierto es que muchos argentinos sentimos que nos estamos muriendo día a día. Y no es sólo este maldito virus lo que nos acecha y arrincona. Aunque la pésima logística en cuanto a testeos y compra de vacunas, sumado al “Vacuna Gate” y a los prejuicios ideológicos que llevaron a rechazar donaciones, tiene mucho que ver con la alarmante cifra de víctimas fatales. Hay tantas otras cosas que nos matan con prisa y sin pausa. El absurdo e improductivo encierro 2020; la angustia de niños y jóvenes aislados, incomunicados, privados del indispensable contacto social; la dificultad de todos  para llegar a fin de mes, debido a la falta de ingresos y a la imparable inflación; la tozudez del gobierno que invierte más energía en twitear y pulsear con la oposición que en buscar soluciones prácticas e inmediatas; la tristeza de ver a nuestros hijos y nietos partir (¡otra vez!) en busca de mejores horizontes; la inseguridad que acecha en esta gran zona liberada en que se ha convertido nuestro país; la improvisación como “modus operandi” de la gestión de Alberto Fernández; la imposibilidad de hacer planes-no ya a mediano o largo plazo- sino planes para mañana, para la semana que viene. Todo esto nos agobia, nos asfixia, nos roba el aire. No sólo el Coronavirus.  

Irene Bianchi para Clarín