por Irene Bianchi

Dos episodios trágicos, en medio de tantísimos otros, llamaron la atención por estos días.
Un par de hermanas gemelas septuagenarias fueron encontradas sin vida en su  departamento de la  Recoleta. Aún no se sabe con certeza qué les provocó la muerte.
Pero sin duda, el misterio más insondable es el hecho de que nadie, ningún vecino, pariente, amigo, encargado, conocido, comerciante del barrio, nadie de nadie, se haya percatado de la súbita y llamativa desaparición de esas señoras; de su ausencia en los lugares que solían frecuentar. Raro que a nadie se le haya ocurrido preguntarse o preguntar por qué no se las veía en las reuniones de consorcio, en la Iglesia a la que solían concurrir, haciendo mandados, o pagando las expensas.
 El dato curioso y para nada menor es que hacía meses que las hermanas habían fallecido. Meses. Aparentemente, en agosto.
¿A nadie le despertó curiosidad no que salieran nunca de su departamento? ¿Por qué no se las cruzaban en el ascensor, en el palier del edificio, en la vereda? ¿Nadie sintió deseos de saludarlas para Navidad o Año Nuevo? ¿De compartir un brindis? Muy extraño. Preocupante. Alarmante.
En el segundo hecho, a diferencia del anterior, sí hubo alguien que alertó, que se preocupó, e incluso se arriesgó; alguien que dio aviso a quienes deberían haber tomado cartas en el asunto a fin de evitar una tragedia anunciada.
El 1º  de enero Daniel Latarzza, teniente que presta servicio en la comisaría cuarta de Mar del Plata, circulaba por la ruta 11 con su familia, rumbo a Capital Federal. Delante suyo, una camioneta manejada por alguien irónicamente apellidado Choque, en total estado de ebriedad, zigzagueaba de lado a lado, obligando a los demás automovilistas a realizar peligrosas maniobras para esquivarlo. Latarzza –además de filmar esta vertiginosa secuencia cuasi cinematográfica-  llamó insistentemente al 911 a fin de que la Policía Vial rastreara y detuviera al vehículo en cuestión. No lo hicieron. Resultado: el conductor homicida provocó la muerte de un joven de 29 años, Carlos Díaz, que se iba de vacaciones a la Costa con sus amigos.
Algunos puntos en común en ambos casos: desinterés, desidia, indiferencia, desaprensión, abandono de persona. Indudablemente el segundo es más grave, y es de esperar que las autoridades identifiquen y castiguen a los responsables de semejante negligencia criminal.
En cuanto al primero, el “no te metás” argentino resulta más dañino y letal que la inhalación de monóxido de carbono. E igualmente traicionero y solapado.