Cada vez que escucho al Presidente de turno (sea del color político que sea) achacar todos los males de nuestro castigado país a la gestión o gestiones  anteriores, como si la tan mentada “herencia recibida” fuera un karma ineludible e inevitable, recuerdo el maravilloso monólogo que dice como nadie José Pepe Sacristán, al final de la emblemática película “Solos en la madrugada”. En España se salía de la oscura noche del franquismo. Se intentaba mirar hacia adelante, y dejar de tener los ojos en la nuca. Algunas frases memorables: «Se van a acabar para siempre la nostalgia, el recuerdo de un pasado sórdido, la lástima por nosotros mismos… somos adultos, a lo mejor un poquito contrahechos, pero adultos. Ya no tenemos papá. ¿Que cosa, eh?… Somos huérfanos gracias a Dios y estamos maravillosamente desamparados ante el mundo. Bueno, pues hay que enfrentarse al mundo … Tenemos que convencernos de que somos iguales a los otros seres que andan por ahí, por Francia, por Suecia, por Inglaterra… ya no vamos a reunirnos para contarnos nuestras penas, para mirarnos el ombligo, para seguir siendo mártires, para sufrir. No, a partir de ahora y aunque sigamos siendo igual de minusválidos vamos a intentar luchar por lo que creemos que hay que luchar, por la libertad, por la felicidad… Se ha terminado eso de ser víctimas de la vida, hay que vencer a la vida. Hay que empezar a tratar de ser libres. Yo también quiero ser libre…porque no podemos pasar otros cuarenta años hablando de los cuarenta años.” Buenos  y oportunos consejos, ¿no? El Arte ilumina y esclarece. 

Irene Bianchi para Clarín