por Irene Bianchi 
Una tarde perfecta. De primavera. Ni una nube en el cielo. Temperatura ideal. Decenas de miles de personas, de todas las edades, expectantes, ansiosos. Y de pronto, el milagro de la música. Nada menos que Ludwig van Beethoven, de la mano del Maestro Daniel Borenboim, al frente de la Orquesta “West-Eastern Divan”, integrada por jóvenes  israelíes y palestinos: todo un símbolo.
Un regalo sublime. Para los melómanos, conocedores, habitúes del Colón, y también para quienes tuvieron tal vez su primer contacto con la obra del compositor alemán en particular, o con la música clásica en general.
Desde su primer concierto de piano a los 7 años, Borenboim cumple hoy 60 años con la música. No es éste su primer concierto masivo y gratuito que da en la Avenida 9 de Julio. En 2006 dirigió  una orquesta que ejecutó tangos clásicos del repertorio porteño.
Esta vez cautivó a más de 40.000 personas con la Obertura Leonore III y la grandiosa Quinta Sinfonía de Beethoven.
Deslumbrante. Subyugante. Impresionante. Perfecta. Quedan cortos los adjetivos para calificar la magistral interpretación de los eximios músicos de la “Orquesta para la Paz”, bajo la batuta de este argentino de exportación.
La masiva concurrencia a este evento, habla a las claras de la tremenda avidez que tenemos los ciudadanos de consumir productos culturales de calidad. Tan intoxicados estamos con chatarra televisiva, que este recreo, este impasse, cae como un bálsamo para el cuerpo y el alma. ¡Chapeau, Barenboim! Y gracias.