por Irene Bianchi

“Mi hijo, mi mamá y mi cocina”. Autor: Chino Volpato. Intérprete: Iliana Calabró. Música original: Juan Parodi. Vestuario: Leticia Carrosella. Dirección: Reynaldo Alacaraz. Teatro La Nonna.

Más allá de su popular y querible personaje mediático “tinelliano”, su tiramisú casero, su  particular versión de “Libre”, sus “chichipíos”, su paciente marido “el Rossi”, el físico escultural que supo lucir como vedette, Iliana Calabró cuenta con una sólida formación actoral y un abanico de recursos expresivos, que bien podrían catapultarla como brillante comediante. Lamentablemente, ni el texto del Chino Volpato, ni la dirección de Reynaldo Alcaraz, la ayudan en esa dirección.
“Mi hijo, mi mamá y mi cocina”, obra escrita especialmente para la actriz, es un barco sin timón; un collage de escenas deshilvanadas y forzadas, plagada de digresiones; un salpicón bastante caótico, que pretende divertir y emocionar, sin lograr ninguno de sus cometidos.
Es una verdadera pena, porque la actriz, en un tour de force que la hace transitar todos los estados, indudablemente tiene todas las herramientas para crear ese personaje de mujer de mediana edad, abandonada por su marido, abrumada por su madre depresiva y manipuladora, preocupada por su hijo adolescente, deseosa de volver a empezar.
En un monólogo al que le sobran no menos de veinte minutos, la Calabró gira en círculos concéntricos, fiel correlato de un texto que no avanza, que se empantana, que pierde fuerza e intensidad en innecesarias sub-historias y canciones, que se dispersa y se diluye, alejándose del eje.
En cuanto al uso del interesante recurso del “video mapping”, con el que se proyecta una suerte de escenografía virtual y animación, también está desaprovechado, puesto que se podría haber utilizado para recrear otros ámbitos en los que transcurre la acción (spa, heladería, escuela, taller mecánico, etc).
Por otra parte, en una sala de las dimensiones de La Nonna, el uso del micrófono resulta innecesario, y torna la voz excesivamente estridente, privándola de matices.
Iliana Calabró merece una pieza mejor escrita y una dirección que la contenga y le permita lucir sus dotes de actriz. No es éste el caso.