por Irene Bianchi
Es innecesario y hasta redundante destacar las cualidades artísticas de Liza Minnelli. Esta formidable actriz, menuda y frágil en su aspecto físico, es dueña de una expresividad arrolladora y una sensibilidad exquisita. Una verdadera intérprete, con todas las letras, que cuenta historias en sus canciones, componiendo distintos personajes para cada una de ellas. Su presencia escénica es magnética, cautivante; una niña pícara y traviesa, que parece necesitar de todo el afecto que su fervoroso y fiel público esté dispuesto a darle, y mucho más.
Por todo ello, el show de Liza en el Luna Park (que duró sólo una hora veinticinco) no le hizo honor a tamaña figura. A esta altura, creemos que la Minnelli merecía un marco más adecuado a sus recursos actuales. Falló el diseño de producción (T4f –Time for fun-, Matías Garfunkel) y faltó un claro criterio de puesta. El ámbito resultó demasiado grande para un show de carácter intimista, que seguramente se habría lucido plenamente en un lugar más pequeño y acogedor.
Hubo otros factores que conspiraron. Con su habitual simpatía y calidez, Liza introdujo casi todas las canciones con un breve relato. El detalle es que lo hizo en inglés, como dando por sentado que toda la audiencia podría entenderla. ¿Por qué no proveer un intérprete que tradujera sus jugosos comentarios, anécdotas y humoradas, para que nadie “quedara afuera”?
El pianista y arreglador de la excelente orquesta que la acompaña  (Johnny Rogers), resultó una revelación como cantante en su interpretación de “You can leave your hat on”, tema de la película “Nueve semanas y media”. Uno se pregunta por qué no se lo aprovechó más, para así darle algo de respiro (literalmente) a Liza, a quien le hubiera venido bien tomar un poco de aire y descanso a lo largo del show. La incorporación de un coro también habría ayudado en ese sentido. Demasiado despojado y minimalista.
Hechas estas insoslayables salvedades, para quienes admiramos a la Minnelli, la esperada cita con ella fue una fiesta. Poco importa que ya no baile y que se desplace con bastante dificultad. Su carisma sigue intacto. Su repertorio incluyó los clásicos de siempre: “Maybe this time”, “Cabaret”, “New York, New York”, “Liza with a Z”, “Our love is here to stay”, “Come on and hear”, “The world goes round and round”, “What makes a man, a man” de su admirado amigo y maestro Charles Aznavour, y un par de estrofas en castellano del bolero “Esta tarde ví llover”. También cantó un par de temas de su nuevo album, “Confessions”.
 Los fans de Liza se quedaron con gusto a poco, a pesar del único bis que cantó maravillosamente a capella, “I’ll be seeing you”.
En lo personal, la sensación es que a un ícono indiscutible como Liza Minnelli, – a quien se la ve mucho más vulnerable que en su última visita- los empresarios y su entorno más cercano, deberían cuidarla (y asesorarla) más.