¿Qué se puede decir de ellos que no se haya dicho ya infinidad de veces en tantos idiomas a lo largo de tantos años? ¿Qué elogio se puede agregar para definir a este icónico grupo de músicos-humoristas-actores-cantantes sencillamente geniales, que trajinan escenarios y recorren el mundo desde hace más de medio siglo? Dudo que exista un fenómeno igual o parecido.

Asistir a un espectáculo de “Les Luthiers” es siempre una fiesta. Aunque el espectador esté familiarizado con algunos de los sketches, se los disfruta como si fuera la primera vez. Porque ellos conservan la frescura de la primera vez. Nunca se los ve en piloto automático, nunca repitiéndose a si mismos, nunca “de taquito”. Siempre frescos, gozando de lo que hacen, divirtiéndose a la par de la platea.

Tres Coliseos Podestá a sala llena el pasado fin de semana para  disfrutar de un elixir exquisito: “Les Luthiers, Gran Reserva”, cuyos ingredientes fueron: “Entreteniciencia Familiar”, un programa berreta con un conductor más berreta aún, en el que un grupo de música de cámara (de TV) interpreta una melodía cuyo título deberá averiguar la berreta teleaudiencia, a cambio de un “jugoso” premio. Luego “Lo que el Sheriff se contó” (chistes de Saloon), un relato que varía según las conveniencias. “Perdónala” (Bolérolo), otro ejemplo de cómo ir adaptando la letra a las circunstancias dadas. “Buscando a Helmut Bosengeist” (diálogos en la cumbre), el rastreo de un músico extraviado en la montaña, que más vale perderlo que encontrarlo. “San Ictícola de los Peces (tarantela litúrgica), una procesión al Santo equivocado. “Música y costumbres de Makanoa”, minuciosa descripción de un paraíso (fiscal). “La Hora de la Nostalgia” (diez minutos de recuerdos), tributo en vida a un cantante más cerca del arpa que de la guitarra. “Quien conociera a María, Amaría a María” (canción con mimos), canción teatralizada con un estilo un tanto amateur. “La Balada del 7° Regimiento” (canciones en el frente),una banda militar con más instrumentos que coraje. “Rhapsody in Balls” (handball blues), un dúo magistral, tan eximio como disparatado. “Ya no te amo, Raúl” (bolera), una improvisación (con cambio de género incluido), motivada por el súbito deceso de la cantante. Y fuera de programa, “Los jóvenes de hoy en día”, una canción de protesta que más que crítica denota una enorme envidia.

Este emblemático grupo, fundado por Gerardo Masana en 1967, está ahora integrado por Carlos López Puccio, Jorge Maronna, Tomás Mayer-Wolf, Marcos Mundstock, Martín O´Connor y Horacio Tato Turano, siendo reemplazante Roberto Antier.

¿Se lo extraña a Daniel Rabinovich? Claro que sí, lo cual no significa que eso afecte la excelencia del desempeño grupal. Es más (y ésta es una apreciación personal), daría la sensación que el histórico Marcos Mundstock absorbe y potencia la cuota de histrionismo del inolvidable Daniel, luciéndose “da capo”.

Uno no para de reír durante dos horas. Les Luthiers hacen gala de un humor ingenuo, naif, en las antípodas de la vulgaridad y de lo previsible. Juegan con el lenguaje, con las palabras, con la música, con sus voces. Juegan como niños. Maestros a la hora de hacer la pausa indicada, el guiño cómplice con el público. La química que tienen con sus miles de “fans”, que colman salas cada vez que se presentan, marca todo un record.

En suma: gracias por existir, “Les Luthiers”, y por muchos años más.