“La Extravagancia”, de Rafael Spregelburd. Actuación: Andrea Hamamé. Voz en off: Nora Oneto. Escenografía e iluminación: Gabriel Hamamé. Realización audiovisual: Sergio Michael Álvarez. Vestuario: Fabio Oliveto. Confección de vestuario: Natalia Yáñez, Lucía Doallo. Realización de mesas: Willie Tagliabue. Maquillaje, accesorios y sombreros: Cecilia Bellini. Fotografía, Registro documental: Sergio Gabriel Otero. Operación de luces: Diego García. Operación audiovisual: Giuliana Baleani. Dirección general: Olga Anzolini. Sábado 2 de junio a las 21 hs. y domingo 3 de junio a las 20.30 hs. Centro Cultural Pasaje Dardo Rocha. Sala B.

Rafael Spregelburd, junto a otros dramaturgos como Daniel Veronese, Mauricio Kartún, Alejandro Tantanian, Ricardo Monti, Ricardo Bartís, irrumpieron en la escena nacional para renovarla drásticamente. Estos autores patearon el tablero de la escritura tradicional y convencional, tanto en lo formal como en cuanto al contenido de sus obras, para nada complacientes.

“La Extravagancia” (1997),  bajo la dirección de Olga Anzolini, forma parte de la “Heptalogía de Hyeronimus Bosch”, inspirada en la Tabla de los Pecados Capitales de El Bosco.

La línea argumental gira en torno a tres hermanas trillizas (interpretadas por la misma actriz) a quienes, para decirlo en lenguaje borgeano, no las une el amor sino el espanto. El absurdo inicial es que al nacer, una de las tres falleció, y la desconsolada madre, aún antes de salir de la clínica, adoptó una beba, para reemplazar a la muerta. A pesar de las obvias diferencias, siempre se ocultó la identidad de la “intrusa”, y nunca más se habló del tema. El conflicto se desata cuando se enteran que la madre padece una enfermedad terminal, hereditaria, que las obliga a iniciar un tratamiento de quimioterapia preventivo. Claro que la hija adoptiva estaría exenta de semejante riesgo, pero ninguna de las tres sabe a ciencia cierta cuál de ellas es.

Las personalidades de las integrantes del singular trío son muy diferentes. La autodestructiva “María Socorro” es la que proporciona mayor información, mientras fuma descontroladamente y bebe acetona. “María Axila” es una conductora de televisión, muy al estilo “Boluda Total”, el personaje de Fabio Alberti, a quien sólo vemos a través de la pantalla, discurriendo cual sabelotodo sobre temas estrambóticos, en una suerte de “Inutilísima Satelital”. La tercera, “María Brujas”, es una novelista bastante cursi y kitsch.

El leitmotiv de esta sátira familiar es la incomunicación. Tanto María Socorro como María Brujas monologan por teléfono, sin escucharse, sin conectarse, agrediéndose todo el tiempo, descalificándose, desconfiando, complotando.

La actriz Andrea Hamamé se desdobla y multiplica con notable versatilidad y ductilidad, metamorfoseándose en una o en otra, de pies a cabeza, gracias también al funcional vestuario. Hay mucho humor en esta trama oscura e inquietante, elementos del teatro del absurdo que plantean interrogantes en la cabeza del espectador. No es ésta una historia simple, sino deliberadamente rota y fragmentada, como las imágenes de la actriz frente a los espejos, piezas claves de una escenografía sofisticada y muy bien lograda.

Gran desafío el que asume la directora Olga Anzolini, para salir de la zona de confort, y abordar un texto complejo y espinoso como el de Spregelburd. Desafío del que sale airosa.