La tragedia de los bomberos en Barracas nos dejó sin palabras. Ver los rostros de sus compañeros, de esos hombres rudos, curtidos, quebrados por el llanto y la congoja, fue algo sobrecogedor, que nunca olvidaremos. Y escucharlos decir que se sentían orgullosos de quienes habían caído en cumplimiento del deber, puso en evidencia una vocación de servicio férrea, admirable, incomparable. En momentos como éste uno toma conciencia de la generosa y desinteresada entrega de los bomberos voluntarios, de esos héroes anónimos que no dudan un instante en arriesgar sus vidas para ayudar al prójimo. Muchos de ellos maman y heredan esa vocación de sus padres, como si formara parte del ADN familiar. Ahora bien, ¿alguien escuchó a la Presidenta hablar, solidarizándose con las víctimas y sus familiares? El Papa Francisco lo hizo. ¿Por qué ella no? ¿Nunca un gesto? ¿Ni siquiera para quedar bien, para ser “políticamente correcta”? ¿Qué se lo impide? Igual que en los accidentes ferroviarios, en los apagones, y en otros casos, nuestra Presidenta nuevamente brilló por su ausencia. Una pena.