Cada día que pasa, más orgullosa me siento del Papa Francisco. En estos tiempos, en los que los argentinos nos sentimos tan decepcionados con nuestros dirigentes, en los que la crisis de valores parece no tener fin, verlo al Papa tan activamente comprometido en su lucha contra la corrupción, la pedofilia, la violencia (entre tantos otros males endémicos), es una brisa de aire fresco que claramente indica que no todo está perdido cuando se tiene el coraje de las convicciones y se actúa en consecuencia. Indudablemente, Francisco es el hombre indicado, en el lugar indicado, en el momento justo. ¿Habrá imaginado alguna vez Jorge Bergoglio que su mensaje de paz podría llegar a detener una guerra? ¿Que se enfrentaría pacíficamente nada menos que a la bélica potencia del Norte? Magnífico destino de un hombre fuera de serie.