Jorge Lanata terminó su ya imprescindible programa PPT del domingo diciendo que “le duele su país”. Comparto ese dolor. Sobre todo, y aunque esto suene a cliché o a una frase hecha, porque potencialmente tenemos todo para estar mejor. Un territorio inmenso, pródigo, con todos los climas y todos los paisajes; recursos naturales a granel; gente inteligente y capacitada. Tenemos ingenio, imaginación, enorme capacidad de adaptación y resiliencia. Lamentablemente, carecemos de administradores hábiles y probos.
Ya importa poco que los actuales gobernantes y funcionarios carezcan de buenos modales, y hagan gala de una soberbia y una tozudez que sorprende. Lo más grave de todo es que no son idóneos, se equivocan una y otra vez, improvisan sobre la marcha. No saben.
Las pruebas al canto. Y, como si esto fuera poco, están salpicados, con su reputación muy devaluada, lo cual los hace menos creíbles todavía. Pensándolo bien, diría entonces que me duelen los dirigentes actuales, no el país. Tarde o temprano, Argentina se pondrá de pie. Ellos sólo serán un mal recuerdo.