por Irene Bianchi 
Fabio Alberti resultó un muy efectivo antídoto para la melancolía típica de un domingo a la tardecita. Su desopilante “Boluda Total” divirtió a una sala colmada del Teatro La Nonna.
“Coty Nosiglia”, caricatura de la típica conductora de un magazine femenino de un canal de cable, hace honor a su apelativo. Es ingenua, infantil, pícara, despistada, distraída, “colgada”, absolutamente inimputable. Carece de  formación sólida en cualquier disciplina, pese a lo cual se anima a conducir, cantar, bailar y dar cátedra sobre cualquier tema. Ella se sabe limitada, pero no parece importarle demasiado. Ese no es impedimento para subirse a un escenario e intentar cautivar a su audiencia, cosa que logra con creces.
El personaje ideado por Alberti- con guión escrito por él y su esposa, Laura Quesada- es muy rendidor y agradecido. Su Coty es tierna, crédula, querible.  Despierta cierta lástima, sin ser lastimera. Da ganas de abrazarla y exclamar: “¡Pobrecita!”. Cree, por ejemplo, que los chicos y adolescentes que la siguen a sol y a sombra, y le arrebatan una cadenita, una pulsera, el celular o la cartera, son fervientes fans, fieles admiradores que desean atesorar un souvenir de la diva, y no simples chorros. Confía en su amado esposo, Jorge, sin percatarse de sus artimañas y jugarretas. Nada la afecta, no es mal pensada ni criticona. No juzga a nadie, ni siquiera a sus amigas del Country “Los Hipotálamos”, que desaparecen en las malas. Conserva intacta su alma de niña inocentona. Podría decirse que es la versión femenina del recordado “Don Fulgencio”.
En este espectáculo unipersonal, “Coty” interpreta un par de canciones, acompañada en teclado por Michel Googlé, supuestamente, un músico que encontró googleando. Una de ellas, dedicada a su marido, está inspirada en las cualidades y virtudes de las toallitas higiénicas y protectores diarios femeninos. Un hallazgo.
El tipo de comicidad que elige Alberti es una bocanada de aire fresco en los tiempos que corren. No es grosero, procaz ni chabacano; juega con las palabras y el doble sentido. Hace reír con buenas armas, apelando a la inteligencia del espectador. No ofende ni agrede. Sabe captar y mantener la atención de su público durante una hora.
Cualquier semejanza entre su “Boluda total” y alguna que otra conductora televisiva, no parece ser mera coincidencia.