El pasado domingo, muchos admiradores y -sobre todo -admiradoras del Gitano Roberto Sánchez, se dieron cita en el Teatro Coliseo Podestá, para dejarse embaucar y seducir -con absoluto consentimiento y complicidad – por la magia del joven Fernando Samartín, quien se define como un “intermediario” entre los fans y el inolvidable e irrepetible “Sandro de América.”
Lo acompañan nada menos que los músicos originales del Gitano, dirigidos por el Maestro Sebastián Giunta, aporte fundamental para recrear las presentaciones del ídolo de multitudes. Un lujito.
Samartin, dueño de una voz potente y expresiva, ha logrado encarnar el particular estilo de Sandro, estudiando minuciosamente sus gestos, sus movimientos sensuales, su andar, su decir, su mirada pícara y provocativa, improvisando un rico diálogo con la platea femenina, sus “nenas”, que lo piropean como si el que estuviera en el escenario fuera el mismísimo Gitano.
Samartin se pone en la piel de un Sandro joven, muy inspirado en Elvis, y luego de otro más entrado en años, a nuestro juicio, más logrado y verosímil en su composición y caracterización. Repasó sus temas clásicos, e incluyó algunos a pedido del público.
Así como en su recital en el Gran Rex Samartín convocó a figuras invitadas (Patricia Sosa, Palito Ortega, Juan Carlos Baglietto, Jairo, entre otros), en el Coliseo Podestá contó con dos artistas que lo secundaron. Diego Bonelli, ahijado artístico de Luis Aguilé, que repasó conmovido sus hits, canciones que aún resuenan en el imaginario colectivo, con esas letras tan ingenuas, reflejo de otros tiempos, y cantó a dúo con “el clon de Sandro”, “Camarero, champagne”. Otro invitado fue Juanjo Bruzzaniti, quien rindió tributo a Joaquín Sabina: gratísima participación con una sobresaliente recreación del español de Jaén.
Homenaje a Sandro: de ilusión también se vive.