por Irene Bianchi
“Baraka”, de María Goos. Elenco: Hugo Arana, Darío Grandinetti, Juan Leyrado, Jorge Marrale y Paula Kohan. Escenografía: Alicia Leloutre. Iluminación: Gonzalo Córdova. Vestuario: Mariana Polski. Coreografía: Carlos Casella. Producción: Pablo Kompel. Dirección: Javier Daulte. Teatro Municipal Coliseo Podestá. 
Para quienes vimos hace más de quince años “Los Mosqueteros del Rey” y “Los Lobos” en ese mismo escenario del Coliseo Podestá, este reencuentro con el cuarteto Marrale-Arana-Leyrado-Grandinetti, fue una fiesta en si misma. Falta Miguel Angel Solá, es cierto, para completar lo que se dio en llamar “Errarum Humanum Est”.
Actores de raza, de indiscutible y probado talento y oficio, con una química entre ellos que hace suponer que aman lo que hacen, aman hacerlo juntos y aman compartirlo con su público fiel y consecuente. Puro goce colectivo.
La decisión de no usar micrófonos inalámbricos individuales sino ambientales, es un acierto que hay que destacar, puesto que lamentablemente su uso se ha vuelto moneda corriente, que hace que las voces suenen metálicas y carentes de matices.
La excusa argumental de la obra escrita por la holandesa María Goos es simple: “Pedro” (Grandinetti), homosexual asumido, apasionado por el arte, tiene un problema de índole legal, y llama a su amigo “Tomás” (Marrale), abogado de profesión, con la matrícula suspendida a causa de excesos varios y conducta impropia. “Julián” (Leyrado), político de carrera en borocotizado ascenso, busca refugio en casa de Pedro, por estar atravesando una crisis matrimonial. “Martín” (Arana), director teatral, está punto de estrenar una obra protagonizada por la hija mayor de Julián, en la que la joven hará un desnudo “artístico”.
Los cuatro son amigos desde la juventud, época en la que tenían una banda musical (¿conjunto?) llamada “Azul Eléctrico”. Compartían intereses, gustos, ideales, pasiones, sueños, el fuego sagrado. La vida los fue separando y diferenciando. El tiempo no parece haberlos mejorado, sino todo lo contrario. Julián- tan egocéntrico que ni recuerda cuántos hijos tiene- es capaz de cualquier iniquidad con tal de acceder al cargo de Ministro de Relaciones Exteriores. Martín es un diletante con ínfulas de genio, que no tiene códigos ni escrúpulos a la hora de seducir a la hija de su amigo. Pedro, el anfitrión, se conforma con su puestito de empleado municipal y su vida solitaria y mediocre, por cobardía y falta de decisión. Tomás está preso de todo tipo de adicciones y conductas auto-destructivas.
No sólo echaron a perder sus proyectos individuales de vida, sino que descuidaron el vínculo de amistad y compañerismo que los unía. En ese sentido, la mirada de la autora no es nada complaciente ni optimista. El final: tal vez un símbolo de la muerte del vínculo.
“Baraka” (“un grito de guerra, de unión, de divertimento”) es una comedia dramática que zangolotea la sensibilidad del espectador, llevándolo de la carcajada a la emoción contenida en pocos segundos. Mucho tiene que ver la creativa puesta de Javier Daulte, experto en crear climas variados y contrastantes. La puesta de luces es otro aliado.
¿Qué decir de la actuación que no suene redundante? Los cuatro actores se sacan chispas en el escenario, y componen criaturas verdaderas, creíbles por lo imperfectas y contradictorias, genuinamente humanas (porque “errare humanu est”) La breve labor de Paula Kohan, en el papel de la prostituta, también es impecable, en una escena que no tiene desperdicio. Otro hallazgo: la coreografía grupal. Desopilante.
“Baraka”: una verdadera fiesta teatral, en dos funciones a sala completamente llena, y una “yapa” imperdible el 29 de agosto. Agendársela.