por Irene Bianchi

Como siempre, un año con variadísimas propuestas, para todos los gustos.
En el Teatro Municipal Coliseo Podestá, destacamos “La última sesión de Freud”, un potente texto de Mark St. Germain, adaptado por Daniel Veronese, en el que dos intelectuales (Sigmund Freud y el escritor C. S. Lewis) discuten sobre la existencia de Dios. Asombrosa metamorfosis de Jorge Suárez, acompañado por un excelente Luis Machín. “La cabra”, provocativa pieza de Edgard Albee que habla de un amor políticamente incorrecto, con un Julio Chávez deslumbrante. La Dama de negro”, maratónica labor de Nicolás Scarpino y Fabián Gianola, dirigidos por Manuel González Gil, en una obra basada en la novela de Susan Hill, adaptada por Stephen Mallatratt, que mezcla terror, humor, suspenso y hasta teatro dentro del teatro. La versátil Fátima Florez demostró que no es Unica, sino que es capaz de multiplicarse en infinidad de personajes, en un “tour de force” que no da respiro. La dicha de reencontrarse con Pepe Soriano y Beto Brandoni en “Conversaciones con Mamá”, de Santiago Carlos Oves: dos grandes, dirigidos por Santiago Doria. Un par de agradables comedias: “Intimidad Indecente”, con Arnaldo André y Marta González, y “Una vida mejor”, con la dupla Claudia Lapacó y Claudio García Satur. Juan Pablo Geretto deleitó con el fiel retrato de su “Maestra Normal”. Dos decepciones: “El hijo de puta del sombrero”, una puesta sin matices en la que Pablo Echarri, Nancy Dupláa y Fernán Mirás componen personajes exacerbados y monolíticos, y “Los Grimaldi”, buenos comediantes (Ranni, Barbarossa, Prol, Muscari) totalmente desperdiciados en un texto flojo y previsible escrito y dirigido por Atilio Veronelli, que hace agua por donde se lo mire.

  Les Luthiers, hicieron ¡Chist! en el Teatro Argentino: una antología de lujo de estos descomunales artistas que nos deleitan ininterrumpidamente desde hace más de cuatro décadas.

 En la Sala Armando Discépolo vimos un clásico de Molière: “El enfermo imaginario”, dirigido por Carlos Moreno, y “El Club”, homenaje a Julio Cortázar y su legendaria Rayuela, dirigido por Gerardo Hochman. Un deslucido Copi en “La sombra de Wenceslao”, dirigido por Villanueva Cosse, con Lorenzo Quinteros y elenco.
Una de las perlitas locales de la temporada: “Mateo”, grotesco criollo de Armando Discépolo, por el Grupo de Teatro Duodeno, en La Lechuza. Gran trabajo grupal.
 Otro grotesco, éste de Jacobo Langsner, “Esperando la carroza”, por el Grupo Teatral Amadeus, en el Salón Auditorio Islas Malvinas, homenaje a una pieza de colección.
William Shakespeare se hizo presente en el Pasaje Dardo Rocha, de la mano del Grupo de Teatro La Anunciación, dirigidos por Belén Spléndido, en una divertida adaptación de “Noche de Reyes”, a cargo de Mariano Spléndido. Allí también vimos “El psicoanalista de Fierro”, una buena idea a la que le faltó desarrollo.
 En el Espacio de Arte Crisoles, “La Terraza Teatro” nos  reencontró con la inefable poesía de Atahualpa Yupanqui en “Atando tabas”, una suerte de impro gauchesca, original y entretenida.
Una propuesta diferente  de teatro-danza en la Casa Curutchet: “Máquina para vivir”, con reminiscencias de los happenings  del viejo y recordado Instituto Di Tella. Muy buena excusa para recorrer la vivienda diseñada por Le Corbusier.
En Espacio 44, “Siemprevirginia”,interesante propuesta de Mariela Anastasio, protagonizada por Inés Sbarra, que compone un torturado personaje que coquetea con la locura.
Tres unipersonales de lujo en Teatro Estudio: “Como un puñal en las carnes”, de Mauricio Kartún, interpretado por Marcelo Allegro, bajo la dirección de Raúl Bongiorno.  “Escandinavia”, de Lautaro Vilo, con una sobresaliente interpretación de Rubén Szchumacher. Y “Potestad”, la impactante pieza de Tato Pavlovsky, protagonizada por Héctor Grimberg.
También en Teatro Estudio vimos “Tascaq, te puede pasar”, divertida travesura escénica sobre el amor y el desamor, desfachatada y políticamente incorrecta, con letras del irreverente Jay Mammón.
Un producto “made in La Plata”, triunfó nada menos que en el proverbial Teatro Maipo durante las vacaciones de invierno. “Tanguito mío”, de Gastón Marioni y Tato Finocchi, cosechó todo tipo de premios, compitiendo en Primera A con “tanques comerciales” que parecían imbatibles.
 Otro espectáculo infantil que deja unos cuantos buenos mensajes es “Bicicletto”, con Cecilia Rodríguez y Emilio Guevara (La Caracataca Teatro):  llamado de atención para grandes y chicos, que promueve la recuperación de necesarios gestos de buena convivencia.
 En el Teatro La Nonna, disfrutamos de una versión de “Yepeto”, la pieza de Tito Cossa, dirigida por Jorge Graciosi, con Manuel Callau, Francisco González Gil y Anahí Gadda. Un clásico que mantiene su vigencia.
En la Sala420, “Tiempo de soja”, de Rubén Monreal, con Virginia Naón y Diego Biancotto: una metáfora que gira en torno al nuevo “oro negro” americano.
La magia del Circo Rodas aterrizó en el predio de Walmart, con un espectáculo dirigido artísticamente por el platense Diego Bonelli, con coloridos cuadros de music-hall, acróbatas, contorsionistas, motociclistas suicidas, malabaristas, trapecistas, aguas danzantes, en un show de calidad.
En suma, una variada oferta teatral aquí nomás, sin subirse a la autopista.