Hoy siento deseos de imitar en algo a la Presidenta: vestirme de negro. Llevar luto por la agonía y muerte de la democracia. Yo viví y padecí la dictadura militar. Muchos de mis amigos “desaparecieron” en esos años oscuros. La arbitrariedad, prepotencia e iniquidad son propios de esos regímenes, de quienes no se puede esperar nada bueno. Pero hoy vivo algo peor aún, más ladino, más engañoso, más hipócrita: una dictadura disfrazada de democracia, un lobo en piel de cordero, un gobierno que avasalla sin escrúpulos los derechos de las minorías, un gobierno que se dice populista y se burla de parte del pueblo, lo “ningunea”, le da la espalda, lo desprecia. Un gobierno “autista” que niega los hechos concretos, que hace caso omiso de las muertes consecuencia directa de la falta de mantenimiento y previsión. Funcionarios con inconmensurables ansias de poder, presos del deseo de eternizarse en el cargo. Muchos ciudadanos, creo, estamos huérfanos, no tenemos quién nos represente cabalmente, no existimos. Cuando salimos a la calle para manifestarnos, se nos descalifica burdamente con frases tan humillantes como: “Tocan la cacerola para ir a Miami”. Y ahorra arremeten contra la Constitución, contra la Justicia, para manejarla a su antojo, so pretexto de “agilizarla y acercarla a la gente”. Otra patraña más, otro engaño, otra maniobra artera, para quienes el fin justifica los medios, por viles que éstos sean.