por Irene Bianchi 
“América 20 Diez”. Libro: Viviana Poltrone Chávez – Belisario Román. Bailarines: José “Pepo” Flores, Leonardo Tabaso, María Sol Menescardi, Rocío Calderón, Romina Galátola, Lucía Gamba, Andrea Ocampo. Dirección coreográfica: Estefanía Amoresano. Cantantes: Rocío Santamaría, Nicolás González. Actuación: Viviana Poltrone Chávez, Belisario Román. Dirección general: Viviana Poltrone Chávez. Producción general: Martín Harrand. Centro de Actividades Artísticas Crisoles, 1 entre 41 y 42, sábados 21 hs. 
Que alguien se anime a montar un espectáculo revisteril en La Plata, ya de por sí resulta meritorio y encomiable. La producción de este tipo de shows es compleja y costosa. La suma de elementos debe producir un fuerte impacto visual: el vestuario, los accesorios, la escenografía, la puesta de luces, un despliegue atractivo que seduzca al espectador. Se debe contar con un nutrido elenco, compuesto por artistas versátiles que bailen, canten en vivo y actúen, y una banda sonora potente.
“América 20 Diez” propone “un viaje musical por distintos ritmos del continente americano: rock & roll, jazz, disco, pop, rock argentino, country, folklore, tango…”. La idea matriz es buena. La sala de “Crisoles” – cómoda, amplia y bien equipada- cuenta con la posibilidad de proyectar imágenes (espacio utilizado por los sponsors), que enriquecerían la ambientación de cada ritmo, pero, lamentablemente, ese recurso se desperdicia en esta puesta.
El cuerpo de baile y las coreografías, responsabilidad de Estefanía Amoresano, son –sin lugar a dudas- lo mejor del espectáculo. Da la sensación que el espacio escénico, por momentos, les queda chico, pero de todos modos los jóvenes bailarines se lucen con gracia y destreza, haciendo gala de notable precisión y ductilidad.
Los cantantes poseen un afiattado instrumento e interpretan el espíritu de las letras con convicción. En ocasiones incomoda al oído cierta estridencia, que tal vez se deba a una inadecuada amplificación. Rocío Santamaría, dueña de un sensible registro y una sugerente voz, debe estar atenta a ciertos detalles de afinación en sus agudos.
Entre cuadro y cuadro hay “baches” que atentan contra el ritmo del espectáculo. Y éste es el aspecto más flojo de “América 20 Diez”: los nexos a cargo de Viviana Poltrone Chávez y Belisario Román no son lo suficientemente ágiles y divertidos, a pesar de que ambos actores poseen sobradas dotes histriónicas. Lo que falla es el libro, no la actuación. Seguramente, si ambos improvisaran, apoyados en la natural vis cómica que los dos poseen (hecho que se pone de manifiesto cuando se apartan del texto), esos sketches resultarían desopilantes, y no meros separadores entre números musicales. Por otra parte, se abusa del remanido chiste de la llegada tarde al cuadro coreográfico, o al supuesto enfrentamiento con el productor, que pierden gracia ante tanta reiteración.
En suma, la esmerada producción del espectáculo y su factura musical (canto y baile), son los destacados logros de esta inusual y audaz propuesta. Lo demás es mejorable y perfectible. Tienen con qué hacerlo.