• ¿Les dije o no les dije que la sucesión del 10 iba a ser un culebrón de aquellos?
  • Para colmo, vaya una a saber cuántos hijos más aparecen a la hora de repartir la guita.
  • ¡Qué pena que en este íspa una no le pueda dejar la herencia a quien quiera, ¿no?
  • Un cachito, se puede. Pero los herederos obligatorios se quedan con la torta.
  • ¿Vieron que en otros países, hacés un testamento y le dejás tu fortuna a tu gato, si se te canta?
  • Todo bien, chicas, pero ¿no están un poco saturadas del tema? No se habla de otra cosa.
  • Cierto. Y mientras tanto, pasan cosas. Leyes, decretos, jugarretas, agachadas, gambetas, un montón de chanchullos, que se cocinan mientras estamos todas distraídas con la telenovela del 10.
  • ¿Oyeron el blooper de la diputada María Rosa Martinez?  ¡Se olvidó que tenía el micrófono abierto y se mandó una que ni les cuento!
  • ¡Yo sí les cuento! «La concha de la lora, toda la noche despierta al pedo», dijo. Y Massa le dio la cana.
  • Trabajan poco, cada muerte de obispo, desde sus casas, cobran un platal, y encima se quejan. Eso me parece más grave que la puteada de la diputada.
  • Y no se bajan el sueldo ni a palos. No tienen vergüenza.
  • Las sesiones del Senado seguirán siendo virtuales hasta el año que viene. Tienen coronita.
  • No dan el ejemplo en nada. A los ciudadanos nos exigen, nos esquilman, nos estrujan, nos exprimen, nos limitan, nos hambrean, nos meten la mano en el bolsillo, pero ellos, lo más campantes, hacen lo que se les canta. Me tienen harta. Todos, todas y todes.
  • Volviendo al exabrupto de la diputada y la anatomía de la pobre lora, ¿de dónde vendrá ese insulto?
  • Según se cuenta, la expresión surgió a partir de que una esposa enojada le negara a su marido tener relaciones con ella diciéndole: “Si querés tener sexo, andá a la concha de la lora”. Y desde ese entonces, se utiliza la frase para denotar enojo y molestia o bien indicar un lugar muy alejado. Bastante incomprobable, de todos modos
  • Dicen que hay un pueblito en España, cerca de Burgos, que se llama así. Pero no me consta.
  • A mí me encanta que los diputados y senadores se olviden los micrófonos y las cámaras abiertos, porque una les descubre el inconsciente a flor de piel, o de boca. Se deschavan solitos. Se muestran tal cual son, sin máscaras ni caretas. Y sin barbijos.
  • Como el “diputeta”, ¿se acuerdan?
  • ¿Cómo olvidarlo? Esa imagen permanecerá por siempre en mi retina.
  • Los bloopers en ambas Cámaras no tienen nada que envidiarle a los de Tinelli.
  • ¡Pero son nuestros representantes, Chola!
  • ¿Nuestros? ¿En serio? Creo que se representan a si mismos y a sus propios intereses.
  • ¡Ah, bueno! ¡Estás rebeldona! Te agarró el síndrome “que se vayan todos”.
  • ¡Ni ahí! Que se queden y hagan las cosas bien. Que se dejen de rivalidades adolescentes, de ver quién la tiene más larga, se junten todos aunque se aborrezcan, y nos saquen del pozo, de una vez por todas.
  • Hablando de buenos deseos, ¿van a armar el arbolito el 8, como siempre?
  • ¡Obvio! Papá Noel es de riesgo, como nosotras, pero no creo que nos falle.
  • Tengo una idea, chicas. ¿Si armamos un Covid 19 gigante como muñeco de fin de año? Nada me daría más placer que quemarlo, explotarlo, reventarlo y hacerlo pelota, como él nos hizo este año.
  • ¡Genial! Yo tengo bidones de alcohol en gel para avivar el fuego.
  • ¡Hecho! A juntar papeles, cartones y demás combustible. ¡Muerte al virus!
  • ¡Que se vaya a la vagina de la lora! ¡Chin, chin!