¡Che! ¡Cada vez somos menos! ¿Las chicas se fueron de vacaciones o hay algunas bajas en el equipo y no me enteré? Últimamente, no miro las cruces.
¡Cruz diablo, mufa! Es enero. Deben estar todas en la playa.
Les confieso que un poco de envidia me da, pero lo bueno es que la ciudad está desierta, menos autos, menos gente, lugar para estacionar. Todo más tranqui.
Lo malo es que todos salen pero nadie se desenchufa. Eligen balnearios con wi-fi, tienen el blackberry adosado al bronceador, twitean todo el tiempo. De terror
Hay que reconocerlo: nos hemos vuelto adictos a toda esta “droga” tecnológica
Cuando éramos chicas, teníamos que hacer cola en la telefónica de Mardel, y siempre había un mínimo de 2 ó 3 horas de demora para hablar a Buenos Aires.
Y además usábamos el teléfono para decir cosas puntuales: llegamos bien, llueve y hace frío desde el lunes, mañana nos toca Sierra de los Padres, las entradas al teatro están carísimas, volvemos tal día, llevamos alfajores y dulce.
Ni postales ya deben comprar los turistas, con esto del celu con cámara.
¡Cómo ha cambiado todo en pocos años, ¿no?! Parece mentira.
¿Pocos? No te hagas la pendex, Vero. Estamos hablando de la década del 60.
Es cierto. Pero como la vida se me voló, parece que fue ayer.
Y con esto de los fines de semana puente, la gente fracciona cada vez más sus escapadas. Con mi familia nos íbamos un mes. Ahora una semanita y gracias.
¡Es un amasijo, Mirta! Pasás más tiempo en la ruta que en el lugar de descanso. Volvés con los pelos de punta, y mucho más estrés del que llevabas puesto.
Otra conducta adictiva es la que tiene la farándula vernácula con los móviles de los programas chimenteros de la tarde. Todavía no se largó la temporada a pleno y ya compiten quién va primero en la taquilla. No tienen paz.
Creen que vender escándalos y vender entradas van de la mano, cosa que dudo.
El trío “Galerita-Zezeozo-Chocolatero” no paran de arañarse. Se van a quedar sin extensiones de tanto tirarse de las mechas los muchachos. ¡Aflojen, che!
Lo que se vino a pique es el nivel de las riñas mediáticas. Antes se peleaban las cabezas de compañía. Hoy apenas las extremidades. Ignotas bataclanas.
¿Y qué se les dio a las compañías por ir a Carlos Paz? ¿Qué tendrá el Cucú?
Parece que el reforestado de la Sota rebajó los impuestos al teatro. Por eso.
Las que se fueron se pierden a los “personal trainers” gratis que puso el intendente en las plazas. Están re-fuertes. En una de ésas, me levanto uno.
Es más probable que te levanten ellos a vos, cuando te estroles contra los yuyos.
Otra atracción local que se pierden es el monstruíto acuático del Lago. Le pasa el trapo al “cabralito” salteño y al “nahuelito” barilochense
¿Vos lo viste con tus propios ojos, Vilma? ¿Te consta?
No. Al Bosque sola no voy. Le tengo miedo al lobo.
¿Porque come abuelitas, Mirta?
¡Qué graciosa! Te recuerdo que soy tía abuela, no abuela propiamente dicha.
¡Parecés la Giménez, negadora! ¿Vieron que casi se le quema el rancho esteño?
¡Qué nivel tiene Punta! Es como la Ibiza del Río de la Plata. ¡Super-top!
No. Punta ya fue, chicas. Hay otras playas mucho más “cool”: José Ignacio, La Pedrera, La Paloma, Punta del Diablo, Cabo Polonio. El caretaje está ahí.
Yo las invito a darse unos buenos baños de asiento en mi humilde pelopincho.
Pero pongámosle un toque de glamour. Yo aporto los daikiris. ¡Chin, chin!