por Irene Bianchi
·       ¿Y esa rosa, Rosa?
·       ¿Acaso no es obvio? Un homenaje al Gitano.
·       Sos una oportunista. De pronto, te borocotizaste. Siempre pensé que eras de las que lo consideraban “un grasa”.
·       Eso antes de que lo viera en vivo en un show, aquí en La Plata. Allá por el ’81, ‘82, ya ni me acuerdo, me llevaron de los pelos  al Cine-Teatro Rocha. Confieso que fui a regañadientes, obligada. Yo era onda Jacques Brel, Bob Dylan, muy sobaco ilustrado, muy “cool”, muy Facultad de Humanidades, muy intelectualoide.
·       ¿Y? ¿Cómo te pegó?
·       Pasé de tener cara de traste a caerme de traste. Me mató su carisma, su manejo del público, su seducción, su histrionismo, su sentido del ritmo. Un intuitivo total. Se adueñó de la gente, se la metió en el bolsillo, la hizo delirar, bailar, cantar, gritar, llorar. Nunca había visto nada igual. Me tuve que meter los prejuicios ya sabés dónde. Salí con la cola entre las patas.
·       ¿Y ahí nomás te convertiste en una de sus “nenas”?
·       No, tampoco para tanto. Pero empecé a respetarlo como artista, que no es poco.
·       No sólo eso, Rosa. También supo mantener el misterio sobre su vida privada, lo cual lo hacía más enigmático e interesante, sobre todo hoy en día, que todos ventilan impúdicamente todo, hasta la frecuencia y consistencia de sus heces.
·       Y se tragan las eses.
·       Che, Rosa, vos que vas tanto a la iglesia y se ve que tenés línea directa con el Gran Titiritero, ¿no le pedirías que afloje un poco con esta mala costumbre de llevarse a los mejores?
·       ¿Qué decís, nena? Todos tenemos que partir tarde o temprano.
·       Ya lo sé, pero ya hay un montón que se están yendo antes de tiempo. Digo, que podrían haber durado un poco más. Dejan huecos que nadie llena.
·       ¿Como quién? Nadie es indispensable.
·       No estoy de acuerdo. Unos cuantos que hicieron “mutis por el foro” eran y son irremplazables. Te tiro algunos: Niní Marshall, Tato Bores, el Negro Olmedo, el Negro Fontanarrosa, la Negra Sosa, el petiso Guinzburg. Y ahora, Sandro.
·       ¿Vos decís que no hay talentos comparables hoy en día?
·       ¿Quién, por ejemplo? ¿Ricardito Fort? No me hagas reir.
·       Nosotros, al menos, tuvimos la suerte de conocerlos y disfrutarlos. Los chicos, en cambio, crecieron a base de comida y cultura chatarra.
·       ¡Uy, sonamos! Ahora arranca el sonsonete que todo tiempo pasado fue mejor.
·       Es que es una realidad. Esos tipos rompieron el molde. No dejaron herederos. Quedamos huérfanos, empobrecidos. Más solos que la mismísima
·       Habrá que buscar nuevos valores. Hay un mundo más allá de la telebasura.
·       Puede ser, pero la mediocridad y la frivolidad son más contagiosos que la Gripe A.
·       Sos un bajón, Rosita. Arriba ese ánimo, che, que no todo está perdido.
·       Tenés razón. Todavía nos quedan la Zorrilla, la Walsh, Les Luthiers, el Nano y Joaquín, que son casi nuestros
·       Brindemos entonces por ellos y por los que se adelantaron a preparar nuestra festichola de bienvenida en el piso de arriba. ¡Chin, chin!