por Irene Bianchi
  • ¿Cómo les fue con el censo, chicas?
  • A mí me tocó censar. Lo pasé de diez.
  • ¿En serio? ¿Te trataron bien?
  • Super. Ni se imaginan lo que lastré. En casi todas las casas me invitaron a pasar y me convidaron de todo. Pizza, empanadas, facturas, torta, alfajorcitos.
  • Y vos, para no ofender, aceptabas todo, Pochita Morfoni.
  • Lógico. Además, previendo eso, hice dieta dos días antes, para hacer lugar.
  • Con lo chusma que sos, Nelly, te habrá encantado preguntar sin parar.
  • ¡Ay, sí! ¡El sueño del pibe! Creo que me voy a dedicar a entrevistar gente.
  • Mirá vos. En una de ésas, descubriste tu vocación oculta, Oriana Fallaci.
  • Ojo que también hubo gente que me recibió reja por medio.
  • Pero vos no tenés mucha pinta de chorra. De busca, sí.
  • A propósito, supongo que habrás hecho un registro de solteros, ¿no, Nelly?
  • No precisamente solteros, pero sueltos, sí. Tengo unos datitos jugosos para la que guste. Les aconsejo los que tienen terreno propio, con vivienda paga y escriturada. También les puedo aportar datos sobre ocupación, estudios, etc.
  • Pero esa información es confidencial, Nelly.
  • Ya sé, Pilu. Yo no saqué fotocopia de nada, eh!
  • Obvio, si estaba todo cerrado. Que si no …
  • Pero de las 30 casas que me tocaron censar, tomé nota mental de las que nos podría resultar útiles a los efectos del enganche.
  • No das puntada sin hilo. Con razón te ofreciste para censar.
  • Chicas, yo, en cambio, no la pasé bien con el censo.
  • ¿Por qué, Silvi? ¿Tuviste una mala experiencia?
  • Es que el tipo me hizo preguntas raras. Por ejemplo, cuál fue la última vez que tuve sexo.
  • ¿En serio? Y vos, ¿qué le contestaste? ¿El siglo pasado?
  • No sólo eso. Si usaba vedetina, tanga, culotte, cola-less o hilo dental.
  • ¿Estás segura que el chabón era censista, Silvita?
  • No sé. La credencial no se la ví.
  • ¿Y qué más te preguntó, a ver?
  • Qué telenovela seguía y qué miembro del jurado de Tinelli prefería.
  • Vos no sos más naba porque no te entrenás, amiga. ¿Cómo no te avivaste?
  • ¿Qué sé yo? El tipo parecía serio, de saco y corbata, bien peinado, limpito.
  • No hay caso: no se te puede dejar sola. ¿No lo habrás hecho pasar, no?
  • Estuve a punto, pero cuando me preguntó si movía el vientre todos los días o día por medio, me avivé que era un impostor.
  • ¿Y nunca te enteraste quién fue?
  • Sí, al día siguiente, en la oficina. Fue un compañero nuevo, que me hizo una cámara oculta, y se la mostró a todo el mundo. Fui el hazmerreír de la empresa.
  • ¡Qué hijo de tal por cual! Hay que planear una venganza.
  • Ya me vengué. Hice mis averiguaciones y le batí a la piba que él festeja, que la está cuenteando hace rato. El quía se las da de soltero, pero está felizmente casado, y tiene cinco hijos. La borrega le escupió la cara en público.
  • ¡Genial! Tan pavota no sos. ¿Y recuperaste la filmación?
  • Sí, pero lo malo es que ya la había subido a You Tube. Ajo y agua. ¡Chin, chin!