«Contra la democracia». Autor: Esteve Soler. Actúan: Diego Aroza, María Laura Belmonte, Virginia Calabrese, Marcelo Perona, Valentin Prioretti. Vestuario: Julieta Sargentoni. Objetos: Julieta Sargentoni. Maquillaje: Carolina Otero. Espacio escénico: Andrea Hamamé, Claudio Rodrigo. Diseño de luces: Federico Genovés. Audiovisuales: Gabo Giannini. Fotografía: Sergio Gabriel Otero. Diseño gráfico: Pilar Platzeck. Dirección general: Andrea Hamamé, Claudio Rodrigo. Duración: 70 minutos. “La Mercería Teatro”, Avda. 1 Nº 210, La Plata, Provincia de Buenos Aires.

Ya desde el título, “Contra la democracia” es una propuesta teatral muy pero muy perturbadora. Una de esas obras que incomodan deliberadamente al espectador y se regodean en ello. Humor y horror entremezclados sutilmente en iguales dosis, de manera tal que no se sabe a ciencia cierta si la risa está autorizada o no. Todo es bizarro en la pieza del dramaturgo catalán Esteve Soler (completan su trilogía “Contra el progreso” y “Contra el amor”), que dirigen Andrea Hamame y Claudio Rodrigo en “La Mercería”, La Plata. Es como mirarse a un espejo que deforma la imagen sin invalidarla, magnificando su costado grotesco. Una lupa indiscreta que escudriña rincones oscuros que preferimos no ver porque nos espantan y nos dan escalofríos. Mejor mirar para otro lado …

A lo largo de siete escenas, “Contra la democracia” aborda cuestiones que giran en torno a un mundo en extinción, vacío de empatía y humanidad. Totalitarismo, capitalismo a ultranza, discriminación, abuso de poder, falso “progreso”, intolerancia, el negocio de la guerra, manipulación y sometimiento de los pueblos, violencia de todo tipo. A saber: un matrimonio aprisionado en una telaraña; un personaje siniestro que se adueña de la ciudad; la súbita e inexplicable desaparición de un Piso 7 (absurdo a lo Ionesco/Camus); una guerra/duelo a gomerazo limpio; la dolorosa confesión (detrás de su burka) de una mujer musulmana; un “aborto” 18 años después;  el genocidio perpetrado en el Congo por el Rey Leopoldo II de Bélgica.  Parafraseando a Jorge Luis Borges, a estas 7 piezas cortas “no las une el amor sino el espanto”.

 Me resultaron particularmente impactantes la conmovedora escena de la mujer musulmana (Virginia Calabrese-Valentín Prioretti), y la crueldad desembozada del “diálogo” entre padres e hijo (Prioretti, Diego Aroza, María Laura Belmonte).

El espacio escénico ideado por los directores (realzado por la puesta de luces de Federico Genovés y los efectos audiovisuales de Gabo Giannini) es un verdadero hallazgo. Minimalista, funcional, original y sumamente atractivo. Las actrices y actores se desdoblan con gran versatilidad en múltiples roles, componiendo personajes muy disímiles y convincentes. Precisa, ajustada y meticulosa la dirección actoral en una puesta creativa, audaz, arriesgada, nada complaciente.  El vestuario de Julieta Sargentoni y el maquillaje de Carolina Otero son ricos aportes a la caracterización de esta galería de estrafalarios personajes.  

Si convenimos que el teatro es, entre otras cosas, un hecho político, elijo redondear este comentario citando al propio autor, en una entrevista que publicó la Revista de Artes Escénicas “Godot” en 2017: “El teatro tiene algo fabuloso, eso del ágora, una serie de gente que se reúne físicamente, se ponen unos al lado del otro, rodeando a alguien, y ese alguien habla y luego salen y comparten su perspectiva de las cosas. Ese componente solo lo tiene el teatro; ni el cine, ni las redes sociales, ni la literatura lo tienen. Por eso el teatro, aunque viva constantemente en crisis, pese a todo, va a seguir sobreviviendo, porque la gente necesita hacer eso, necesita el teatro, y necesita precisamente reunirse y hablar de ello y compartir emociones, y eso también nos hace humanos, y por lo tanto políticos.”

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