“Ver y no ver” (“Molly Sweeney”), de Brian Fiel. Traducción: Hugo Urquijo. Elenco: Graciela Dufau, Arturo Bonin, Nelson Rueda. Escenografía: Eugenio Zanetti. Dirección general: Hugo Urquijo. Teatro Municipal Coliseo Podestá.

A simple vista (valga la ironía), “Ver y no ver”  gira alrededor de los esfuerzos por devolverle la vista a una mujer ciega desde los 10 meses de edad. Esa mujer es “Any” (Graciela Dufau), alguien a quien la ceguera nunca sumió en depresión ni generó frustración alguna. Muy por el contrario, Any es una mujer independiente, que disfruta de su trabajo como masajista en un gimnasio, y que tiene una vida social gratificante. De niña, su padre, lejos de consentirla o subestimarla, le enseñó con dedicación y paciencia a valerse por si misma, a reconocer lugares, objetos, flores, como si los estuviera viendo.

A los cincuenta y pico, Any conoce a ”Martín” (Arturo Bonin), con quien se casa un mes más tarde. Martin es una de esas personas que necesitan desafíos constantes para darle sentido a la existencia. Causas “nobles”, como proteger animales en extinción, evitar que se agrande el agujero de ozono, etc. Y en Any encuentra un nuevo estímulo, una nueva causa que lo motoriza. Puesto que su mujer no es ciega de nacimiento, Martín está convencido que puede volver a ver. Para ello contacta al Dr. Wasserman (Nelson Rueda), un oftalmólogo que supo tener gran prestigio en el pasado, pero a quien el abandono de su mujer quebró emocional y profesionalmente. Para este médico, el desafío de devolverle la vista a Any es también una manera de volver al ruedo, y recuperar el respeto de sus colegas y su auto valoración.

 El detalle es que ni su marido ni el cirujano tienen en cuenta los verdaderos deseos de “la paciente”. Any ha logrado construir un mundo, un universo en el que se siente cómoda, feliz, plena. Ella no necesita “ver”, porque a su manera, siempre “vio”. Vio y comprendió. Sin embargo, sumisa y obediente, permite que estos dos hombres decidan por ella. Es un comportamiento recurrente. También su padre decidió por ella, al no mandarla a una escuela para ciegos. Su madre, enferma “de los nervios”, poco y nada pudo hacer al respecto, sintiéndose seguramente culpable por haber dado a luz a una nena con esta discapacidad.

La bella y talentosa Graciela Dufau compone una criatura deliciosa. Vulnerable, sensible, su Any se entrega a este “experimento” para darle el gusto a su marido, pero sin ninguna convicción. Su personaje nos recuerda a una de esas delicadas piezas de “El Zoo de cristal”, de Tennessee Williams. Su andar y decir aniñados, su fragilidad son absolutamente conmovedores.

El Martín de Bonín es uno de esos tipos densos, verborrágicos, sabelotodos, a quienes les encanta dar cátedra, escucharse a si mismos, más allá del escaso interés que puedan suscitar en el interlocutor. Es un “pesado”, bien intencionado seguramente, pero pesado al fin. Su simpático personaje le otorga a la pieza del irlandés Brian Fiel, una saludable dosis de humor que distiende y oxigena.

 Nelson Rueda logra una composición muy rica en matices, verosímil. El “caso Any” podría haber sido su tabla de salvación. Se aferra como un náufrago a este esfuerzo digno de mejor causa. Bello trabajo, verdadero hasta la médula.

¿Qué decir de la belleza visual generada por el gran escenógrafo Eugenio Zanetti? Como siempre, un goce estético.

Hugo Urquijo aborda la difícil tarea de montar una obra de texto, en la que los personajes no interactúan, sino que interpelan directamente al público, rompiendo todo el tiempo la cuarta pared. El espectador “compra” esa convención desde el principio y se siente involucrado, comprometido con el devenir de los acontecimientos. Sin golpes bajos, sin estridencias, Urquijo saca lo mejor de su afiatado elenco y alterna los climas con mano maestra.

Quienes no tuvieron ocasión de disfrutar de “Ver y no ver” en el Teatro Municipal Coliseo Podestá, tienen posibilidad de hacerlo en el Teatro de la Comedia (Rodriguez Peña 1062, CABA), los miércoles a las 21 hs y los sábados y domingos a las 18 hs. Muy recomendable.