“Vacas sagradas” gira en torno a la relación de un matrimonio argentino  con un estudiante de intercambio proveniente de la India. “Alberto” (Fabián Iglesias) y su esposa “Susana” (Mirta Azzano), no logran establecer una comunicación fluída con el visitante, debido –entre otras tantas cosas- a su paupérrimo inglés.  “Mariano” (Damián Grimberg), el hijo de ambos, sí parece comprenderlo, y se siente entusiasmado ante la perspectiva de visitar el país de “Kabir” (Estanislao Pedernera), en reciprocidad.

Alberto es el compendio de lo peor que tenemos los argentinos. Descalificador serial, para él todos son “negros”, “troskos”, “fachos”, “zurdos”, “bolitas”, “paraguas”, “perucas”. Empieza a creer que Kabir es en realidad un peligroso terrorista paquistaní. Se da manija hasta el paroxismo imaginando una suerte de conspiración internacional en contra de su familia de clase media de La Matanza. Su mujer no tiene ideas propias y le cree a pie juntillas a su marido, que se las da de sabelotodo. Además de  xenófobo y homofóbico, Alberto es ventajero, su “viveza criolla” lo lleva a pergeñar un plan. Llenará las valijas vacías del huésped (que había traído repletas de regalos para la familia anfitriona) con productos regionales “made in Argentina”: salamines, dulce de leche, mates, bombillas, yerba, boleadoras, etc), para “invadir” comercialmente a la India. Su plan se ve truncado por un suceso imprevisto. Kabir ha sido denunciado por supuestos destratos, lo cual motiva la visita de una Oficial de Justicia transexual (Mario Lombard), que desencadena una hecatombe familiar y precipita el final.

La pieza de Daniel Dalmaroni provoca risas de principio a fin, a pesar de lo sórdido de las actitudes de este matrimonio hiper prejuicioso e hipócrita. Refleja lo más abyecto de nuestras conductas. De la boca de Alberto salen a borbotones clichés, frases hechas, estereotipos. Es un chanta hecho y derecho que ve siempre la paja en el ojo ajeno y jamás la viga en el propio.

Fabián Iglesias y Mirtha Azzano componen esta hilarante dupla. Sus personajes son tal para cual, el uno para el otro. Afortunadamente, el hijo se diferencia de estos “padres terribles”, y promete mejorar la especie. El “Spanglish” de Susana es desopilante. La térmica de Alberto está siempre al borde del estallido. Pedernera, en la piel de Kabir, expresa con gestos y lenguaje corporal lo que no puede hacer a través del lenguaje. Correctos Damián Grimberg y Mario Lombard en sus respectivos roles.

Los apagones entre escena y escena conspiran en contra del ritmo que la directora Paula Boero le imprime a su puesta. Resultan innecesarios y ralentizan la acción, desconectando al espectador.

Lograda la funcional escenografía de Malen Gorgone Pampin.

“Vacas sagradas”, pieza estrenada en Teatro Estudio a sala llena, es una buena ocasión para reírnos de nosotros mismos.