Gildo Insfran es Gobernador de Formosa desde el 10 de diciembre de 1995. O sea, hace 26 años. Más que Gobernador, Insfrán ya es todo un señor feudal (y no es el único), dueño absoluto de su provincia. Hace y deshace a gusto. ¿Por qué la gente lo sigue votando? En parte, porque la inmensa mayoría de la población depende del Estado, o sea, de él. “L’État c’est moi”, diría Gildo, si hablara francés. Hoy está nuevamente en la mira por denuncias de violaciones a los derechos humanos en los centros de aislamiento por el Covid. No olvidemos que también impidió que miles de ciudadanos formoseños regresaran a sus hogares durante meses cuando se desató la pandemia. Y -créase o no- Alberto Fernández lo apoya y respalda, fiel a la típica actitud corporativa del peronismo, como apoya a sindicalistas cuestionados como Moyano, otro dirigente eternizado en su puesto. Flaco favor le hace a la democracia que cualquier funcionario o sindicalista pueda ser reelegido “in eternum”, evitando así una saludable e higiénica alternancia. Habría que revisar el sistema, ¿no?
Irene Bianchi para La Nación