Hasta no hace mucho, los programas de chimentos de la caja boba, se limitaban a escrachar a terceros, pescarlos “in fraganti” en algún desliz, sacar a la luz algún secreto no tan bien guardado, ventilar trapitos ajenos al sol. Pero de un tiempo a esta parte, se han vuelto casi totalmente auto-referenciales, se miran el propio ombligo, se deschavan a si mismos. No casualmente, esta tendencia coincide con la moda narcisista de las “selfies”, esos autorretratos que Ellen De Generes reflotó en la última entrega de los Premios Oscar. Evidentemente, a estos mediáticos les sale más barato hacer catarsis en cámara, que pagar un buen psicoterapeuta con quien reflexionar en voz alta. Por otra parte, esas peleas duran un suspiro. Enemigos acérrimos de ayer se vuelven amigos del alma hoy, y viceversa. Son de mentirita, de utilería, “pour la gallerie”, guionadas. Y nosotros, los televidentes, como buenos voyeuristas, las consumimos gustosos, les damos crédito, nos prendemos al conventillo de la farándula autóctona como ternero a la teta. Hay que reconocer que muchas veces, son mejores “ficciones” que más de una telenovela del “prime time”, lo cual, no implica mayor esfuerzo, dado el mediocre nivel imperante.