por Irene Bianchi
“Romeo y Julieta: una historia de rock”. Adaptación: Julián Arenas. Coreografía: Juan Mallach, Belén Matoso. Música: Ariel Giordano. Elenco: Emilia Mayo, Marcos Pertini, Damián Cuervo, Pedro Raimondi, Belén Giordano, Sabrina Cahuepé, Julián Cañeque, Florencia Iriarte, Sofía Solustri, Julio Piñeyro, Catalina Giuffra Corino, Daniela Piersante, Valentina Cañeque, Melisa Salvo, Lucía Gamba, Micaela Vaccalluzzo, Belén Grattoni, Victoria Municoy, Andrea Fusco, Matías Raimondo. Voz en off: Pablo Refi. Dirección: Belisario Román. Teatro El Bombín, calle 59 entre 12 y 13.

La de los Amantes de Verona es, sin lugar a dudas, una historia inoxidable. Esos dos jóvenes, Julieta Capuleto y Romeo Montesco, separados por enfrentamientos familiares, entregados en cuerpo y alma a un amor imposible, vedado,  prohibido. Una entrañable historia, nacida de la pluma del genial William Shakespeare (1564-1616), que dio origen a tantísimas otras, en las que los prejuicios, los antagonismos, las rivalidades ancestrales, se interpusieron y troncharon el amor entre dos personas.

Inolvidable la versión cinematográfica del italiano Franco Zeffirelli (1968), protagonizada por Leonard Whiting y Olivia Hussey, musicalizada por Nino Rota (cuyo “Tema de amor” es utilizado como música de sala en El Bombín). Más cerca, en 1996, el australiano Baz Luhimann, modernizó la historia, emplazándola en “Verona Beach”, sustituyendo espadas por pistolas,  transformando a las familias enfrentadas en grandes grupos empresarios. Leo DiCaprio y Claire Dane encarnaron a los jóvenes enamorados en ese film.
Belisario Román, al frente de un nutrido grupo de jóvenes actores, cantantes y bailarines,  le dio a esta bella obra un formato de comedia musical, dirigida al público adolescente y adulto, trasladándola también a nuestros días. Con un criterio despojado, sin escenografía, con cámara negra, el director instrumentó una precisa y muy lograda puesta de luces, sin duda la vedette de esta austera puesta en escena.
El texto, adaptado por Julián Arenas, adolece de ciertas imprecisiones que distraen, como la continua mezcla del “vos” y del “tú” en los diálogos, y de expresiones sumamente coloquiales con fragmentos literales (y literarios) de la pieza original.
El buen nivel estrictamente musical de la propuesta- el homogéneo cuerpo de baile, las variadas coreografías, las melodías, las letras de las canciones y su interpretación- supera ampliamente a la actuación propiamente dicha, que resulta sumamente despareja. El producto final se desmerece por una insuficiente dirección de actores, aspecto subsanable.
 Sin embargo, los roles protagónicos a cargo de Emilia Mayo (Julieta) y Marcos Pertini (Romeo), sí sobresalen lejos, tanto en lo vocal como en la construcción de sus personajes. Medidos, creíbles, consustanciados, afinados,  ambos transmiten verdad y emoción, sin caer en machiettas ni estereotipos. Dos muy buenos trabajos.
 El vestuario y el maquillaje “dark”, constituyen un valioso aporte, como así también, los antifaces blancos. Ingenioso y sugestivo el efecto fantasmagórico de la tela blanca.