“Quedate a desayunar”, de Gene Stone y Ray Cooney, con Arnaldo André y Eugenia Tobal. Sonido y luces: Fabian Reinoso. Escenografía: Elsa Pastorino. Música original: Toti Cabrera. Producción general: Rodolfo Cabrera. Dirección: Rodolfo Bebán. Teatro Municipal Coliseo Podestá. Estreno nacional.
“Tomás” (André) vive solo en su coqueto departamento. Es un hombre de mediana edad, prolijo, ordenado, metódico, pulcro, que parece llevarse muy bien consigo mismo. Se cocina (al comienzo de la obra está preparando un ratatouille), tiene recuerdos de viaje por doquier, colecciona objetos de arte, ama las plantas. Diríase que lleva una vida tranquila, sin sobresaltos, rutinaria tal vez, pero satisfactoria. Es muy contenedor con su hermana “Elenita”, que lo llama todo el tiempo para contarle sus cuitas. El la escucha, paciente, y la aconseja casi como un padre.
Con el correr de la trama, trasciende que Tomás estuvo casado y se divorció; no tuvo hijos, y hace veintipico de años trabaja como empleado público, con asistencia perfecta.
De pronto, como una tromba, irrumpe “Lucía” (Tobal), una joven que estaba parando en el departamento de arriba, quien baja a lo de Tomás, tras mantener una fuerte discusión con uno de sus compañeros. Lucía esta embarazada de nueve meses. Es malhablada, impulsiva, desprejuiciada, gritona, agresiva y bastante descortés. Lo único que pretende de Tomás es que le dé algo de dinero para buscar un lugar donde pasar la noche. Vive al día, como una hojita en el viento, esclava de su libertad.
Las diferencias entre ambos son abismales. Son como el agua y el aceite, dos extraños con un solo punto en común: la soledad, aunque ninguno de los dos lo admita abiertamente. Ella por su autosuficiencia e ínfulas de superada; él tal vez por miedo a volver a fracasar en una relación de pareja.
Pero el destino quiso que estos dos náufragos compartan un momento mágico: la sorpresiva llegada del bebé de Lucía. Lo que al principio parecía un encuentro azaroso y fugaz, se transforma en una elección de vida para ambos, en la que cada uno se animará a apostar al cambio y, por qué no, a la felicidad.
Los autores de esta comedia romántica (“Why not stay for breakfast?”), Ray Cooney y Gene Stone, conocen muy bien el género, y alternan los climas como un aceitado mecanismo de relojería. Desconocemos a quién pertenece la traducción y adaptación del texto original, puesto que no figuran en el programa de mano. Al respecto, llama la atención que tanto el nombre del médico al que llama Tomás, como el nombre del edificio en que vive, sean vocablos ingleses, mientras que en determinado momento, cuando hablan de programas de chimentos, Tomás mencione al de Anabela (Ascar).
“Quedate a desayunar” se estrenó en el Teatro Municipal Coliseo Podestá, dando así comienzo a una extensa gira nacional. Arnaldo André compone un personaje creíble y querible, con matices y claroscuros. Es un actor con mucho oficio, de los que se adueñan de la escena ni bien aparecen. La contrafigura de Eugenia Tobal, en la piel de esta jovencita díscola y rebelde, también resulta convincente, aunque su voz por momentos suene un tanto estridente. Para un teatro con tan buena acústica como el Coliseo Podestá, no parece necesario el uso de micrófonos inalámbricos en una obra tan intimista como ésta, puesto que las voces se tornan metálicas y pierden calidez.
Un valor agregado es el retorno de Rodolfo Bebán, ahora como director, que supo imprimir ritmo y dinamismo a la puesta, cuidando todos los detalles.
A modo de “bonus track”, tanto André como Bebán saludaron al público una vez finalizado el espectáculo. Un gesto agradable y simpático, que coronó una comedia amable y recomendable.