por Irene Bianchi
Celebrando el Día Internacional de la Mujer, la Secretaría de Cultura y Educación de La Plata ofreció en el Teatro Municipal Coliseo Podestá, una función gratuita de “¿Por qué será que las queremos tanto?”, obra escrita y dirigida por Daniel Dátola, protagonizada por Roly Serrano y el platense Maxi Ghione.
Dos amigos, “Juanca” y “Leo”, charlan en la mesa de un bar sobre sus respectivas esposas y sobre las “minas” en general.
Daniel Dátola dice sin tapujos en su libro: “Sin entrar en la estúpida y anacrónica confrontación entre machismo y feminismo, los hombres hoy debemos levantar la mano, pedir la palabra y decirles que sencillamente (las mujeres) se han ido al carajo. Se han pasado de la raya y no sólo nos han perdido todo respeto sino que con la excusa de la igualdad de derechos han mezclado las cosas y, lo que es más grave, han copiado lo peor de los hombres con un orgullo y una liviandad que mete miedo. Los hombres somos definitivamente unos pollerudos y ellas dueñas de una incomprensible capacidad genética para ponernos las bolas como dos Fiat seiscientos.”
Sobre esta premisa gira el diálogo entre Juanca (Serrano) y Leo (Ghione). La convivencia con sus respectivas cónyuges es algo muy parecido al infierno, aunque dicen amarlas. Temas como la comida, los hijos, el shopping, las ex, las vacaciones, las salidas, los “tocs” de cada cual, la tendencia a querer modificar al otro, las peleas cotidianas por nimiedades: todo un combo que suena muy familiar, y produjo la inmediata empatía con el público, que festejó cada  situación descripta con risas y aplausos en un Coliseo colmado.
Roly Serrano y Maxi Ghione manejan muy bien los tiempos. Tienen un ajustado “timing”. Rematan bien los chistes y saben servirle el chiste al compañero, cosa que parece fácil pero no lo es. Se percibe una excelente química entre ambos.
El buen decir, los tonos, el sostener el relato, son muy importantes en una obra con casi nada de acción. Acertado el recurso del director de hacerlos jugar diferentes roles para matizar y dinamizar la puesta en escena.
Hay una vuelta de tuerca al final, que tiene que ver con los códigos del macho, inquietante giro que daría inicio a otra obra, con mucha tela para cortar.
Como se dice en la jerga teatral, al divertido y agudo texto de Daniel Dátola no le vendría mal una buena “peinada”, ya que se extiende demasiado y se reitera innecesariamente. Casi siempre, menos es más.

“¿Por qué será que las queremos tanto?”: sin duda, la pregunta del millón.