Una pena. Se lo va a extrañar. Su mirada pícara, su simpatía, su buena disposición, su diálogo sabroso. Un «animal de teatro» era Pipe. Porque, en el fondo, seguía siendo actor: «El Espantapájaros que quería ser Rey» de sus años mozos. Y él fue Rey. Rey del Coliseo. «Arrancamos la gira en el teatro de Pipe», decían las cabezas de compañía de los principales elencos nacionales. Porque el Coliseo Podestá era «el teatro de Pipe». Hasta La Chiqui Legrand lo anunciaba así desde sus almuerzos, y le mandaba saluditos. 

 Era un tipo con el que se podía charlar horas, tenía infinidad de anécdotas para compartir con quien tuviera ganas de asomarse al detrás de escena. Un verdadero hombre orquesta, que estaba en todos los detalles del teatro. Porque el Coliseo era su casa, su vida.  
Los amigos temimos por su salud cuando se alejó. Pero supo aprovechar ese tiempo de descuento para disfrutar de sus hijos y nietos, bajo el solícito cuidado de Berta, su compañera de viaje y aventuras. 
Ahora, Pipe es Duende de teatro. Habrá que buscarlo entre bambalinas, detrás del telón, en los camarines, en boletería, en algún rinconcito del lugar en el que desplegó todo su ingenio y creatividad, e hizo sentir a los artistas como en su casa. 
Mucha «merde» en tu gira, Pipe. Y hasta siempre.