La clase política argentina, en su totalidad, me avergüenza. Ni siquiera en una circunstancia tan dramática como la que estamos atravesando hace más de 100 días debido a la pandemia, logran ponerse de acuerdo y aunar esfuerzos y voluntades.Protagonizan una patética lucha de egos, de no dar el brazo a torcer, de vanidades mezquinas. Es una clara muestra de ausencia de patriotismo, de falta de vocación de servicio, de cero sentido común.Nosotros, la ciudadanía, hemos dada clara muestra de paciencia, sensatez, resiliencia. Aún a costa de las enormes pérdidas padecidas desde hace décadas.Los observamos atónitos, incrédulos, hartos de sus infantiles enfrentamientos, de su proverbial ineficacia, de la artillería verbal con la que se agreden “vía Twitter”. Y muchos de nosotros nos preguntamos, ¿cómo hemos generado semejante clase dirigente, tan mediocre, tan inmadura, que no hace más que chocar el país contra si mismo?Hacen gala de una falta de autocrítica inconmensurable, prometen y no cumplen, no tienen en cuenta al pueblo, el verdadero soberano, tan castigado, sumido en la pobreza, postergado, burlado. No creo que mi opinión le importe a ninguno de ellos, insisto, del bando que sean.Sólo deseo expresar mi decepción, que tal vez coincida con la de muchos otros argentinos, indefensos pasajeros de este barco sin rumbo y siempre al borde del naufragio.