por Irene Bianchi
“Los Decadentes” (varieté finisecular). Dramaturgia: Nelson Mallach. Elenco: Rodolfo Balvidares, Mónica Calcagno, Ana María Haramboure, Nora Oneto, Jorgelina Pérez. Participación especial: Omar Musa. Vestuario: Cristina Pineda. Iluminación: Federico Genovés. Música: Pablo Murgier. Diseño audiovisual: Ramiro Alfonso, Asistencia técnica: Hilaria Menoyo, Ana Clara Hochnadel. Diseño gráfico: Divina Marea. Dirección: Nelson Mallach. Viejo Almacén el Obrero, 13 y 71. Viernes de septiembre 21 hs.
El “decadentismo” se aplica al estilo literario posterior al simbolismo francés y parte de la literatura europea de finales del siglo XIX, caracterizado por lo artificioso, lo exótico, la resistencia, la repulsa de las costumbres de la sociedad. Algunos representantes del decadentismo fueron Baudelaire, Mallarmé, Verlaine, Oscar Wilde, Huysmans, Gabriele D’Annunzio, entre otros.
El dramaturgo, director y docente platense Nelson Mallach (“Un tren lejos”, “Marta Riquelme, la otra frontera”, “El niño perdido”, etc) concibe en su “varieté finisecular Los Decadentes” a un grupo de actores trashumantes que recorren la llanura pampeana en su desvencijado carromato, montando su espectáculo “a la gorra” en los distintos pueblos. Las contadas monedas que reciben a cambio, apenas les alcanzan para llevarse un mendrugo a la boca. Van haciendo camino al andar, diría Machado, condenados a actuar para seguir viviendo.
Embaucan a su incauto público con supuestas apariciones de fantasmas, actos de quiromancia, videncia e hipnotismo, invocando espíritus del más allá. Se embarcan en la búsqueda de un tesoro enterrado, entre otros embustes escénicos. Ficción y realidad entrelazadas y entreveradas, en una compañía de actores de la legua, en la que la armonía y la buena convivencia brillan por su ausencia. Siguen juntos muy a su pesar. Es una cuestión de vida o muerte.
Es ésta una obra dentro de otra obra, “a play within a play”. Hay humor, suspenso, sobresalto y patetismo en la puesta de Nelson Mallach, autor y director de este singular varieté campestre. Y, sobre todo, mucha teatralidad: en un espacio vacío, los actores –como por arte de magia- recrean imaginariamente carromatos, caminos polvorientos, plazas pueblerinas, con muy pocos elementos y mucho ingenio.
La labor actoral de este homogéneo elenco es atractiva, rica en matices y claroscuros. Destacamos la composición de Jorgelina Pérez: un personaje muy gracioso y siniestro a la vez.
No resulta claro el audio de la proyección en la que aparecen los “espíritus”
“Los Decadentes”: un carromato infame, plagado de esperpentos.