por Irene Bianchi
“Los 39 escalones”, de Alfred Hitchcock, en adaptación teatral de Patrick Barlow, con Fabián Gianola, Nicolás Scarpino, Fabián Mazzei y Fabiana García Lago. Dirección: Manuel González Gil. Teatro Municipal Coliseo Podestá.
Después de haber disfrutado de una función a sala llena de “Los 39 escalones” el domingo en el Coliseo Podestá, no nos sorprende el éxito de taquilla que ha cosechado esta obra tras 2 años en cartel en distintas plazas.
La labor de un director teatral no siempre salta a la vista. El espectador promedio suele mas bien evaluar el desempeño actoral, sin siquiera imaginar la colosal tarea de quien desmenuza el texto, imagina la puesta en escena, delinea los personajes, alterna los climas, mantiene el ritmo. Esa persona que, después del estreno, permanece en un segundo plano, a un costado, en bambalinas, mientras los intérpretes reciben el valioso premio del aplauso.
En esta versión de “Los 39 escalones”, es justo resaltar la extraordinaria dirección de Manuel González Gil, su director, cuya mano se hace evidente en la construcción de un mecanismo de relojería aceitado y preciso. Poco importa la historia que se cuenta. Tampoco descifrar el enigma del título. Es lo de menos. El “cómo” se la cuenta es lo que resulta verdaderamente atrapante. Ese es el desafío del que este equipo sale más que airoso.
Recurriendo a unos pocos y simples elementos (una puerta, un par de sillones, 4 sillas, una mesa, una ventana, una tela, etc), los actores arman y desarman las escenas a la velocidad de la luz. Es el público atento el que le da significado a lo sugerido. Con escasos trastos, como por arte de magia, se materializan un departamento londinense, un tren, un automóvil, una comisaría, un hotel, un teatro, un pantano, un río, una mansión escocesa, una grieta, una cerca, todo ello en los climas más variados: vientos huracanados, lluvia torrencial, nieve navideña, tormenta eléctrica. El sonido y la iluminación se convierten en aliados imprescindibles para lograr dichos efectos. Chapeau a los técnicos por su precisión.
Gianola y Scarpino se multiplican en innumerables personajes, cambiando la voz, la actitud corporal, la máscara gestual, el vestuario, mutando en contados segundos. Versátiles, graciosos, disparatados, esta dupla se luce en un “tour de force” inverosímil. Otro tanto hace García Lago, aunque con menos desdoblamientos. Mazzei es el único actor que compone con gracia y solvencia un solo personaje de principio a fin, el canadiense aburrido Richard Hannay.
“Los 39 escalones”: teatro en estado puro. Una joyita poco frecuente.